LA BIBLIA - INTRODUCCIÓN

La Biblia no ha caído del cielo. Aquí están libros que no se proclamaron desde las nubes, con algún parlante celestial, sino que se reunieron pacientemente a lo largo de siglos en el seno del Pueblo de Dios, gracias a la fe de sus minorías más conscientes.

Durante unos 18 siglos, desde Abraham hasta Jesús, el pueblo de Israel descubrió, cada vez con mayor lucidez, que el Dios Único se había ligado a él. Las experiencias de la comunidad nacional, los llamados de esos hombres, llamados profetas, que hablaban de parte de Dios, las inquietudes que se desarrollaban entre los creyentes: todo esto pasó de una que otra manera a esos libros. Y fueron los responsables religiosos de Israel los que recibieron, escogieron y acreditaron estos libros, integrándolos al Libro Sagrado.

Así se formó el Antiguo Testamento de la Biblia.Testamento se refiere a que estos libros era como la herencia más preciosa entregada por Dios a su pueblo escogido.

Después de tantas experiencias, llegó para el pueblo de Israel un tiempo de crisis en que Dios quiso llevarlos de una vez a la madurez de la fe. Para eso vino Jesús. Con él se llevó a cabo la experiencia más trascendental de toda la historia. Jesús, sus esfuerzos para salvar al pueblo judío de una destrucción inminente, su rechazo, su muerte y, luego, su Resurrección: ésta fue la última palabra de Dios.

La trayectoria de Jesús originó la predicación de la Iglesia y los libros que en ella se escribieron. Aquellos libros que fueron aprobados por los responsables de la Iglesia pasaron a integrar el Nuevo Testamento.

El Nuevo Testamento comprende:

LOS CUATRO EVANGELIOS. La palabra Evangelio significa la Buena Nueva. Esos son los libros en que los apóstoles de Jesús escribieron lo que habían visto y aprendido de él.

Luego viene el libro de los HECHOS DE LOS APÓSTOLES, escrito por Lucas, el mismo que escribió el Tercer Evangelio.

Luego vienen más de veinte CARTAS que los apóstoles dirigieron a las primeras comunidades cristianas.

El Antiguo Testamento comprende:

Los LIBROS HISTÓRICOS. Aquí vemos la actuación de Dios para liberar a un pueblo que quier hacer que sea su pueblo. Lo vemos educar a ese pueblo y dar un sentido a su historia nacional. En estos libros se destacan:

El Génesis. El Exodo. El Deuteronomio. Los libros de Samuel.

LOS LIBROS PROFETICOS. Dios interviene en la historia por medio de sus profetas, encargados de transmitir su palabra.

LOS LIBROS DE SABIDURÍA destacan la importancia de la educación y del esfuerzo del individuo para llegar a ser un hombre responsable y un creyente.

Ediciones Paulinas - Verbo Divino

miércoles, 28 de abril de 2010

EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS


Lucas, médico sirio, se convirtió a la fe cristiana cuando los primeros misioneros salieron de las comunidades de Jerusalén y de Cesarea para llevar el Evangelio más allá de las fronteras del país judío. Luego dejó su patria para acompañar al apóstol Pablo.

Llegó a Roma, capital del mundo entonces conocido. Ahí permaneció durante dos años por los menos y se encontró con Pedro y Marcos, que predicaban entre los cristianos de Roma.

Cuando escribió su Evangelio, como en el año 70, tenía a la vista varios escritos, que contenían hechos y milagros de Jesús, los mismos que usaron Marcos y Mateo, pero también había recogido en sus viajes otros relatos que provenían de los primeros discípulos de Jesús y que guardaban las iglesias más antiguas de Jerusalén y de Cesarea.
De ahí provienen esos dos primeros capítulos de su Evangelio que nos hablan de la infancia de Jesús, a partir de datos que debió de proporcionar su madre, María.
Lucas era de cultura griega y escribía para griegos. No reprodujo varios datos de Marcos, que se referían a leyes y costumbres judías, poco entendibles para sus lectores.
Lucas veía en el Evangelio la fuerza que reconcilia a los hombres con Dios y a los hombres entre sí. Por eso se preocupó por transmitirnos las parábolas de la misericordia y las palabras que condenan el dinero, factor de división entre los hombres. Asimismo, notó el trato tan sencillo de Jesús con las mujeres, que el mundo mantenía totalmente marginadas.

1

1 1 Varias personas han tratado de narrar las cosas que pasaron entre nosotros, 2 a partir de los datos que nos entregaron aquellos que vieron y fueron testigos desde el principio y que, luego, se han hecho servidores de la Palabra.
3 Siendo así, también yo he decidido investigar hasta el origen de esta historia, y componer para ti, excelente Teófilo, un relato ordenado de todo. 4 Con esto, todas aquellas cosas que te han enseñado cobrarán plena claridad.


Un ángel anuncia el nacimiento de Juan Bautista

5 En tiempos de Herodes, rey de Judea, hubo un hombre que se llamaba Zacarías. Era un sacerdote del grupo de Abías. La esposa de Zacarías se llamaba Isabel y era descendiente de una familia de sacerdotes. 6 Zacarías e Isabel eran personas realmente buenas a los ojos de Dios: vivían de acuerdo a todos los mandamientos y leyes del Señor. 7 No tenían hijos, porque Isabel no podía tener familia, y ambos eran ya de avanzada edad.
8 Mientras Zacarías estaba sirviendo en el Templo, delante de Dios, según el orden de su grupo, 9 echaron suerte según la costumbre, y fue designado para entrar al santuario del Señor y ofrecerle el incienso de la tarde. 10 Y, mientras el pueblo permanecía afuera en oración, 11 se le apareció el ángel del Señor. El ángel estaba de pie a la derecha del altar del incienso. 12 Zacarías, al verlo, se turbó y tuvo miedo.
13 El ángel le dijo entonces: “No temas, Zacarías, porque tu oración ha sido escuchada, y tu esposa Isabel te dará un hijo al que llamarás Juan. 14 Grande será tu felicidad, y muchos se alegrarán con su nacimiento, 15 porque tu hijo ha de ser grande ante el Señor. No beberá vino ni licor, y estará lleno del Espíritu Santo, ya desde el seno de su madre. 16 Hará que muchos hijos de Israel vuelvan al Señor, su Dios, 17 y lo verán caminar delante de Dios con el espíritu y el poder del profeta Elías para reconciliar a los padres con los hijos. Hará que los rebeldes vuelvan a la sabiduría de los buenos, con el fin de preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.”
18 Zacarías dijo al ángel: “¿Cómo puedo creer esto? Yo ya soy viejo y mi esposa también.” 19 El ángel contestó: “Y yo soy Gabriel, el que está delante de Dios. He sido enviado para hablar contigo y comunicarte esta buen a noticia, pero tú no has creído en mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo. 20 Por esto, quedarás mudo hasta el día en que se realice todo esto que te he dicho.”
21 El pueblo esperaba a Zacarías y se extrañaban porque tardaba tanto en salir del Santuario. 22 Cuando Zacarías salió, por fin, no podía hablarles. Comprendieron, pues, que había tenido alguna visión en el Santuario. El hacía gestos y no conseguía hablar.
23 Al terminar los días de su servicio en el Templo, regresó a su casa. 24 Días después, Isabel, su esposa, quedó esperando familia. Durante cinco meses permaneció retirada, pensando: 25 “Esta es una bondad del señor para conmigo: quiso liberarme de esta humillación que llevaba ante todos.”


La Anunciación a María
(Mt 1,18)

26 En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una joven virgen 27 que vivía en una ciudad de Galilea llamada Nazaret, y que era prometida de José, de la familia de David. Y el nombre de la virgen era María.
28 Entró el ángel a su presencia y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.” 29 estas palabras la impresionaron muchísimo y se preguntaba qué querría decir ese saludo.
30 Pero el ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. 31 Vas a quedar embarazada y darás a luz a un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. 32 Será grande, y con razón lo llamarán: Hijo del Altísimo. Dios le dará el trono de David, su antepasado. 33 Gobernará por siempre el pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás.”
34 María, entonces dijo al ángel: “¿Cómo podré ser madre si no tengo relación con ningún hombre?”
35 Contestó el ángel: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el Poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso tu hijo será Santo y con razón lo llamarán Hijo de Dios. 36 Ahí tienes a tu parienta Isabel: en su vejez ha quedado esperando un hijo, y la que no podía tener familia se encuentra ya en el sexto mes del embarazo; 37 porque para Dios nada es imposible.”

38 Dijo María: “Yo soy la servidora del Señor; hágase en mí lo que has dicho.” Después de estas palabras el ángel se retiró.


María visita a su prima Isabel

39 Por esos días, María partió apresuradamente a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. 40 Entró a la casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41 Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo 42 y exclamó en alta voz: “¡Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! 43 ¿Cómo he merecido yo que vena a mí la madre de mi Señor? 44 Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. 45 ¿Dichosa por haber creído que de cualquier manera se cumplirán las promesas del Señor!
María dijo entonces:

46 Celebra todo mi ser
la grandeza del Señor
y mi espíritu se alegra
en el Dios que me salva,
47 porque quiso mirar la condición
humilde de su esclava,
48 en adelante, todos los hombres
dirán que soy feliz.
49 En verdad el Todopoderoso
hizo grandes cosas para mí,
reconozcan que Santo es su Nombre
50 que sus favores alcanzan
a todos los que le temen
y prosiguen en sus hijos.
51 Su brazo llevó a cabo hechos heroicos,
arruinó a los soberbios
con sus maquinaciones.
52 Sacó a los poderosos de sus tronos
53 repletó a los hambrientos
de todo lo que es bueno
y despidió vacíos a los ricos.
54 De la mano tomó a Israel, su siervo,
demostrándole así su misericordia.
55 Esta fue la promesa
que ofreció a nuestros padres
y que reservaba a Abraham
y a sus descendientes para siempre.

56 María se quedó cerca de tres meses con Isabel, y después volvió a su casa.


Primeros pasos de Juan Bautista

57 Cuando a Isabel le llegó su día, dio a luz un hijo. 58 Sus vecinos y parientes supieron que el Señor había manifestado su compasión por ella y la felicitaban. 59 Y al octavo día vinieron para cumplir con el niño el rito de la circuncisión.
60 Querían ponerle por nombre Zacarías, por llamarse así su padre, pero la madre dijo: “No, se llamará Juan.” 61 Los otros dijeron: “Pero si no hay nadie en tu familia que se llame así.” 62 Preguntaron con señas al padre cómo quería que le pusieran. 63 Zacarías entonces pidió una tablilla y escribió: “Su nombre es Juan”, por lo que todos quedaron extrañados.
64 En ese mismo instante se le soltó la lengua y sus primeras palabras fueron para alabar a Dios. 65 Lo que dejó impresionado a todo el vecindario, y en toda la región montañosa de Judea se comentaban estos acontecimientos. 66 Y al oírlo la gente se ponía a pensar y decía: “¿qué llegará a ser este niño? ¿No se ve la mano del Señor en él?”
67 Y éste es el cántico que su padre Zacarías, lleno del Espíritu Santo, empezó a rezar:

68 Bendito el Señor. Dios de Israel,
porque intervino liberando a su pueblo
69 y nos ha suscitado un Salvador
de entre los hijos de David su servidor.
70 Así se han realizado sus promesas
hechas en el pasado
por la boca de sus santos profetas
71 de salvarnos de nuestros enemigos
y del poder de aquellos que nos odian.
72 Así demuestra ahora
la bondad que tuvo con nuestros padres,
y así se acuerda de su santa alianza,
73 pues a Abraham, nuestro padre,
le juró bajo palabra,
que él nos libraría
de las manos de nuestros enemigos,
74 para que le sirvamos sin temor,
haciéndonos perfectos
75 y siendo dignos de él
a lo largo de toda nuestra vida.
76 Y tú, pequeño niño,
serás el profeta del Altísimo
pues llegarás primero que el Señor
para prepararle el camino,
77 para enseñar a su pueblo
lo que será la salvación
cuando se les perdonen sus pecados.
78 Todo será por obra
de la tierna bondad de nuestro Dios
que nos trae del cielo la visita
del Sol que se levanta
79 para alumbrar
a aquellos que se encuentran
entre tinieblas y sombras de muerte,
y para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

80 Y el niño crecía y su espíritu se fortalecía. Permaneció en el desierto hasta el día en que se presentó a los israelitas.

martes, 27 de abril de 2010

2

Jesús nace en Belén

2 1 En esos días, el emperador dictó una ley que ordenaba hacer un censo en todo el imperio. 2 Este primer censo se hizo cuando Quirino era gobernador de la Siria. 3 Todos iban a inscribirse a sus respectivas ciudades. 4 También José, como era descendiente de David, salió de la ciudad de Nazaret de Galilea y subió a Judea, a la ciudad de David, llamada Belén, 5 para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
6 Cuando estaban en Belén, le llegó el día en que debía tener su hijo. 7 Y dio a luz a su primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en una pesebrera, porque no había lugar para ellos en la sala común.

8 En la región había pastores que vivían en el campo y que por la noche se turnaban para cuidar sus rebaños. 9 El ángel del Señor se les apareció y los rodeó de claridad la Gloria del Señor, y todo esto les produjo un miedo enorme.
10 Pero el ángel les dijo: “No teman, porque yo vengo a comunicarles una buena nueva que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo. 11 Hoy ha nacido para ustedes en la ciudad de David un Salvador que es Cristo Señor. 12 En esto lo reconocerán: hallarán a un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en una pesebrera.” 13 De pronto aparecieron otros ángeles y todos alababan a Dios diciendo: 14 “Gloria a Dios en lo más alto del cielo, y en la tierra, gracia y paz a los hombres.”
15 Después que los ángeles volvieron al cielo, los pastores comenzaron a decirse unos a otros: “Vamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos dio a conocer.” 16 Fueron apresuradamente y hallaron a María, a José y al recién nacido acostado en la pesebrera. 17 Entonces contaron lo que los ángeles les habían dicho de ese niño 18 y todos se maravillaron de lo que decían los pastores.

19 María, por su parte, observaba cuidadosamente todos estos acontecimientos y los guardaba en su corazón. 20 Después los pastores se fueron glorificando y alabando a Dios, porque todo lo que habían visto y oído era tal como se lo habían anunciado.
21
Al octavo día, circuncidaron al niño según la Ley, y le pusieron el nombre de Jesús, nombre que había indicado el ángel antes que su madre quedara embarazada.

Jesús es presentado en el Templo

22 Asimismo, cuando llegó el día en que, de acuerdo a la Ley de Moisés, debían cumplir el rito de la purificación de la madre, llevaron al niño a Jerusalén. Allí lo consagraron al Señor, 23 tal como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. 24 Además ofrecieron el sacrificio que ordena la Ley: una pareja de tórtolas o dos pichones.
25 Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era muy bueno y piadoso y el Espíritu Santo estaba en él. 26 Esperaba los tiempos en que Dios atendiera a Israel y sabía por una revelación del Espíritu Santo que no moriría antes de haber visto al Cristo del Señor.
27 Vino, pues, al Templo, inspirado por el Espíritu, cuando sus padres traían al niñito para cumplir con él los mandatos de la Ley. 28 Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios con estas palabras:

29 Señor, ahora, ya puedes dejar
que tu servidor muera en paz,
como le has dicho

30 porque mis ojos
han visto a tu Salvador

31 que tú preparaste
para presentarlo
a todas las naciones.

32 Luz para iluminar a todos los pueblos
y gloria de tu pueblo, Israel


33 Su padre y su madre estaban maravillados por todo lo que decía Simeón del niño. 34 Simeón los felicitó y, después, dijo a María, su madre: “Mira, este niño debe ser causa tanto de caída como de resurrección para la gente de Israel. Será puesto como una señal que muchos rechazarán 35 y a ti misma una espada te atravesará el alma. Pero en eso los hombres mostrarán claramente lo que sienten en sus corazones.”
36 Había también una mujer de edad muy avanzada, llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Tenía ochenta y cuatro años. 37 Después de siete años de casada, había perdido muy joven a su marido y, siendo viuda, no se apartaba del Templo, sirviendo día y noche al Señor con ayunos y oraciones. 38 Ella también tenía don de profecía. Llegando en ese mismo momento, comenzó a alabar a Dios y hablar del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.
39 Una vez que cumplieron todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. 40 Y el niño crecía, se desarrollaba y estaba lleno de sabiduría. Y la gracia de Dios estaba en él.


Primera iniciativa del joven Jesús

41 Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua 42 y, cuando cumplió doce años, fue también con ellos para cumplir con este precepto. 43 Al terminar los días de la Fiesta, mientras ellos regresaban, el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo notaran. 44 Creyendo que se hallaba en el grupo de los que partían, caminaron todo un día y, después se pusieron a buscarlo entre todos sus parientes y conocidos. 45 Pero, como no lo hallaron, prosiguiendo su búsqueda, volvieron a Jerusalén.
46 Después de tres días lo hallaron en el Templo, sentado en medio de los maestros de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. 47 Todos los que oían quedaban asombrados de su inteligencia y de sus respuestas. 48 Al encontrarlo, se emocionaron mucho y su madre le dijo: “Hijo, ¿por qué te has portado así? Tu padre y yo te buscábamos muy preocupados.” 49 El les contestó: “¿Y por qué me buscaban? ¿No saben que tengo que estar donde mi Padre?”
50 Pero ellos no comprendieron lo que les acababa de decir. 51 Volvió con ellos a Nazaret, donde vivió obedeciéndoles. Su madre guardaba fielmente en su corazón todos estos recuerdos.

52 Mientras tanto, Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia, tanto para Dios como para los hombres.

3

Juan Bautista prepara el camino del Señor
(Mc 1,1 Mt 3,1 Jn 1,19)

3 1 Era el año quince del reinado del emperador Tiberio. Poncio Pilato era gobernador de la Judea, Herodes estaba a cargo de la provincia de Galilea, su hermano Filipo a cargo de Iturea y de la Traconítide, y Lisanias a cargo de Abilene. 2 Los jefes de los sacerdotes eran Anás y Caifás. Ese fue el momento en que Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto.
3 Juan empezó a predicar su bautismo por toda la región del río Jordán, diciéndoles que cambiaran su manera de vivir para que se les perdonaran sus pecados. 4 Así se cumplía lo que está escrito en el libro del profeta Isaías:
Escuchen ese grito en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos.
5 Rellénense todas las quebradas y aplánense todos los cerros. Los caminos con curvas serán enderezados, y los ásperos suavizados.
6 Entonces llegará la salvación de Dios y todo mortal la contemplará.
7 Decía, pues, a las multitudes que venían a él de todas partes para que las bautizara:
“Raza de víboras, ¿quién les ha dicho que evitarán el castigo que se acerca? 8 Muestren los frutos de una sincera conversión, en vez de pensar: “Nosotros somos hijos de Abraham”. Porque yo les aseguro que, de estas piedras, Dios puede sacar hijos de Abraham. 9 Ya llega el hacha a la raíz de los árboles; todo árbol que no dé fruto va a ser cortado y echado al fuego.”
10 La gente le preguntaba: “¿Qué debemos hacer?” 11 El les contestaba: “El que tenga dos capas dé una al que haga lo mismo” 12 Vinieron también los cobradores de impuestos para que Juan los bautizara. Le dijeron: “Maestro, ¿qué tenemos que hacer?” 13 Respondió Juan: “No cobren más de lo debido.” 14 A su vez unos soldados le preguntaron: “Y nosotros, ¿qué debemos hacer?” Juan les contestó: “No abusen de la gente, no hagan denuncias falsas y conténtense con lo que les pagan.”

15 El pueblo estaba en la duda y todos se preguntaban interiormente si Juan no sería el Cristo. 16 Por lo que Juan hizo a todos esta declaración: “Yo los bautizo con agua, pero ya viene el que es más poderoso que yo, al que no soy digno de soltarle los cordones de su zapato; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. 17 Tiene en la mano la pala para limpiar el trigo en su era y recogerlo después en su granero. Pero la paja, la quemará en el fuego que no se apaga.”
18 Y con muchas otras palabras anunció la Buena Nueva al pueblo, 19 hasta que Herodes lo hizo encarcelar. Pues Juan reprochaba a Herodes que estuviera viviendo con la esposa de su hermano, y además todo el mal que había cometido. 20 Herodes no dudó en hacer tomar preso a Juan con lo que añadió otro crimen a todos los anteriores.


Jesús es bautizado por Juan
(Mt 3,13 Mc 1,9 Jn 1,29)

21 Un día, con el pueblo que venía a bautizarse, se bautizó también Jesús. Y, mientras estaba orando, se abrieron los cielos; 22 el Espíritu Santo bajó sobre él y se manifestó exteriormente con una aparición como de paloma. Y del cielo llegó una voz: “Tú eres mi Hijo, el Amado; tú eres mi Elegido.”

(Mt 1,1)

23 Cuando comenzó Jesús, tenía unos treinta años. Para todos era el hijo de José, hijo de Helí, 24 hijo de Mata, hijo de Leví, hijo de Melquí, hijo de Janaí, hijo de José, 25 hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahum, hijo de eslí, hijo de Nagai, 26 hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Semeí, hijo de José, hijo de Judá, 27 hijo de Joanan, hijo de Resí, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Nerib, 28 hijo de Melquí, hijo de Adí, hijo de Koram, hijo de Elmada, hijo de Er, 29 hijo de Jesús, hijo de Eliecer, hijo de Jarim, hijo de Matar, 30 hijo de Leví,hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim, 31 hijo de Melea, hijo de Mená, hijo de Matatá, hijo de Natán, 32 hijo de David, hijo de Jesús, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Salomón, hijo de Najasón, 33 hijo de Aminadab, hijo de Admín, hijo de Amí, hijo de Esrón, hijo de Farés, hijo de Judá, 34 hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo te Tera, hijo de Najor, 35 hijo de Seruc, hijo de Ragan, hijo de Falec, hijo de Eber, hijo de Sala, 36 hijo de Cainam, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec, 37 hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared, hijo de Malaleel, hijo de Cainam, 38 hijo de Enos, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.

4

Tentación de Jesús en el desierto
(Mt 4,1 Mc 1,12)

4 1 Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió de las orillas del Jordán y se dejó guiar por el espíritu a través del desierto, 2 donde estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. En todos esos días no comió nada, y al fin tuvo hambre.
3 El diablo le dijo entonces: “Si eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan.” 4 Pero Jesús le contestó: “Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan.”
5 Después, el diablo lo llevó a un lugar más alto; en un instante le mostró todas las naciones del mundo, 6 y le dijo: “Te daré poder sobre estos pueblos y te entregaré tus riquezas, porque me han sido entregadas y las doy a quien quiero. 7 Todo será tuyo si te arrodillas delante de mí.” 8 Pero Jesús le replicó: “La Escritura dice: Adorarás al Señor, tu Dios, y a El solo servirás.”
9 Entonces lo llevó el diablo a Jerusalén, lo puso sobre la parte más alta del Templo y le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí para abajo; 10 porque dice la Escritura: Dios ordenará a sus ángeles que te protejan. 11 Ellos te llevarán en sus manos para que no tropiecen tus pies en alguna piedra.” 12 Pero Jesús le replicó: “Dice la Escritura: No tentarás al Señor tu Dios.
13 Habiendo agotado todas las formas de tentación, el diablo se alejó de él, para volver en el momento oportuno.


En Nazaret Jesús proclama su misión
(Mt 13,53
)

14 Jesús volvió a Galilea con el poder del espíritu, y su fama corrió por toda la región. 15 Enseñaba en las sinagogas de los judíos y todos lo alababan.

16 Llegó a Nazaret, donde se había criado, y, según acostumbraba, fue el sábado a la sinagoga. Cuando se levantó para hacer la lectura, 17 le pasaron el libro del profeta Isaías; desenrolló el libro y halló el pasaje en que se lee:
18 El Espíritu del Señor está sobre mí. El me ha ungido para traer Buenas Nuevas a los pobres, para anunciar a los cautivos su libertad y a los ciegos que pronto van a ver. A despedir libres a los oprimidos 19 y a proclamar el año de la gracia del Señor.
20 Jesús, entonces, enrolla el libro, lo devuelve al ayudante y se sienta. Y todos los presentes tenían los ojos fijos en él. 21 Empezó a decirles: “Hoy se cumplen estas profecías que acaban de escuchar.”
22 Todos lo aprobaban, muy admirados de esta proclamación de la gracia de Dios. Sin embargo, se preguntaban extrañados: “¿No es éste el hijo de José? 23 Y él les contestó: “Seguramente ustedes me van a recordar el dicho: Médico, sánate a ti mismo. Haz aquí, en tu patria, lo que nos cuentan que hiciste en Cafarnaún.”
24 Jesús añadió: “Ningún profeta es bien recibido en su patria. 25 Créanme que había más de una viuda en Israel en los tiempos de Elías, cuando durante tres años y medio el cielo no dio lluvia, y un hambre grande asoló a todo el país. 26 Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta en tierras de Sidón. 27 Había también más de un leproso en Israel en tiempos del profeta Eliseo; con todo, ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán, el sirio.”
28 Al oír estas palabras, todos en la sinagoga se indignaron. 29 Se levantaron y lo arrastraron fuera de la ciudad, llevándolo hasta un barranco del cerro en el que está construida la ciudad, para arrojarlo desde ahí. 30 Pero él, pasando en medio de ellos, siguió su camino.


Con el poder del Espíritu
(Mc 1,23 Mt 4,24; 8,14)


31 Jesús bajo a Cafarnaún, ciudad de Galilea. Ahí estuvo enseñando los días sábados, 32 y todos se admiraban de su modo de enseñar, porque hablaba con autoridad.

33 En la sinagoga había un hombre endemoniado que se puso a gritar: 34 “¿Qué quieres Jesús nazareno? ¿Has venido a derrocarnos? Yo sé quién eres: el Santo de Dios.” 35 Pero Jesús amenazó al demonio y le ordenó: “Cállate y sal de este hombre.” El demonio salió del hombre, lanzándolo al suelo, pero sin hacerle ningún daño.
36 Y todos comentaban, muy impresionados: “¡Qué modo de hablar! ¿Con qué poder manda a los demonios y los hace salir?” 37 Y su fama se propagaba por todas partes en la región.
38 Jesús salió de la sinagoga y entró en la casa de Simón. La suegra de Simón tenía mucha fiebre, y le rogaron por ella. 39 Jesús se inclinó hacia ella y con tono dominante mandó a la fiebre, y ésta desapareció. Al instante se levantó, y se puso a atenderlos.
40 Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversos males se los traían; él les imponía las manos a cada uno y los sanaba. 41 También hizo salir demonios de varias personas. Esos gritaban: “Tú eres el Hijo de Dios.” Pero él, en todo amenazador, les impedía hablar porque sabían que él era el Cristo.

42 Cuando amaneció, salió Jesús y se fue a un lugar solitario. La gente se puso a buscarlo y llegaron hasta el lugar donde estaba. Le insistían para que no se fuera de su pueblo. 43 Pero él les dijo: “Debo anunciar también a las otras ciudades la Buena Nueva del Reino de Dios, porque para eso fui enviado.”
44 E iba predicando en las sinagogas de Judea.

5

La pesca milagrosa
(Mt 4,18 Mc. 1,16)

5 1 Cierto día era mucha la gente que se apretaba junto a él para escuchar la palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. 2 Vio dos barcas amarradas al borde del lago. Los pescadores habían bajado y lavaban las redes. 3 Subió a una de las barcas, que era la de Simón, y le pidió a éste que se apartara un poco de la orilla; luego se sentó en la barca y empezó a enseñar a la multitud.
4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: “Lleva la barca a la parte más honda y echa las redes para pescar.” 5 Simón respondió: “Maestro, hemos trabajado toda la noche, sin pescar nada, pero, si tú lo mandas, echaré las redes.” 6 Así lo hicieron, y pescaron tantos peces que las redes estaban por romperse.
7 Pidieron por señas a sus compañeros que estaban en la otra barca que vinieran a ayudarlos; llegaron, que por poco se hundían. 8 Al ver esto, Simón Pedro se arrodilló ante Jesús, diciendo: “Señor, apártate de mí, porque soy un pecador.” 9 Pues tanto él como sus ayudantes estaban muy asustados por la pesca que acababan de hacer. 10 Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón.
Pero Jesús dijo a Simón: “No temas, de hoy en adelante serás pescador de hombres.”
11
Entonces llevaron sus barcas a tierra, lo dejaron todo, y siguieron a Jesús.

El leproso sanado
(Mc 1,40 Mt. 8,2)

12 Estando Jesús en una de esas ciudades, se presentó un hombre cubierto de lepra. Apenas vio a Jesús, se postró con la cara en tierra y le hizo esta súplica: “Señor, si quieres puedes limpiarme.” 13 Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda limpio.” 14 Al instante sanó de la lepra. Pero Jesús le mandó que no lo dijera a nadie: “Anda más bien a presentarte al sacerdote, y lleva la ofrenda tal como lo mandó Moisés cuando un leproso sana. Así comprobarán lo sucedido.”

15 Su fama crecía más y más y muchas personas acudían a oírlo, y para que los sanara de sus enfermedades. 16 Pero él buscaba siempre lugares tranquilos y allí se ponía a orar.


El paralítico
(Mc 2,1 Mt 9.1)

17 Un día en que Jesús estaba enseñando, se sentaron entre los oyentes unos fariseos y maestros de la Ley que habían venido de toda la provincia de Galilea, y también de Judea y Jerusalén. El poder del Señor se manifestaba ante ellos realizando curaciones. 18 En este momento llegaron unos hombres que traían en su camilla a un enfermo paralítico. Buscaban cómo entrar en la casa y colocarlo delante de Jesús, 19 pero era tanta la gente que no sabían por donde entrar. Subieron al tejado, quitaron tejas y bajaron al enfermo en su camilla en medio de la gente, frente a Jesús.
20 Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: “Amigo, tus pecados te son perdonados” 21 De inmediato los maestros de la Ley y los fariseos se ofendieron y pensaron: “¿Cómo este hombre puede hablar en forma tan escandalosa? ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?”
22 Pero Jesús se dio cuenta de sus pensamientos y les hizo esta pregunta: 23 “¿Por qué piensan así? ¿Qué es más fácil decir: Tus pecados son perdonados, o levántate y anda? 24 Sepan, pues, que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados.”
Entonces Jesús dijo al paralítico:
“Te lo ordeno, levántate, toma tu camilla y vuélvete a tu casa.” 25 Y en el mismo instante, se levantó el hombre a la vista de todos, tomó la camilla en que estaba tendido y se fue dando gloria a Dios.
26 Todos quedaron atónitos y alabaron a Dios. El temor de Dios estaba en todos, pues decían: “Hoy hemos visto cosas increíbles.”


Leví sigue a Jesús: “He venido para llamar a los pecadores”
(Mc 2,13 Mt 9,9)


27 Al salir, Jesús vio a un cobrador de impuestos llamado Leví, sentado en su puesto donde cobraba. Jesús le dijo: “Sígueme”, 28 y Leví, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
29 Después Leví le ofreció un gran banquete en su casa y con ellos se sentaron en la mesa un gran número de cobradores de impuestos y de toda clase de personas. 30 Los fariseos y los maestros de la Ley criticaban y decían a los discípulos de Jesús: “¿Por qué ustedes comen y beben con los cobradores de impuestos y con personas malas?”
31 Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: “No son las personas sanas las que necesitan médico, sino las enfermas. 32 He venido, no para llamar a los buenos, sino para invitar a los pecadores a que se arrepientan.”
33 Ellos le dijeron también: “Los discípulos de Juan ayunan a menudo y hacen oraciones, lo mismo que los discípulos de los fariseos, y los tuyos ¿por qué comen y beben?” 34 Jesús les respondió: “¿Pueden ustedes obligar a los compañeros del novio a que ayunen, mientras el novio está con ellos? 35 Llegará el momento en que el novio les será quitado, entonces ayunarán.”
36 Y les dijo además esta comparación: “Nadie saca un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo. Porque de ese modo el nuevo queda roto y el pedazo nuevo no le vendrá al vestido viejo. 37 Nadie echa tampoco vino nuevo en vasijas viejas; porque, de lo contrario, el vino nuevo romperá las vasijas, y así se derramará el vino y se perderán las vasijas. El vino nuevo, hay que ponerlo en vasijas nuevas. 38 Y nadie, después de haber bebido vino añejo, quiere del nuevo, porque dice: Es mejor el añejo.”