LA BIBLIA - INTRODUCCIÓN

La Biblia no ha caído del cielo. Aquí están libros que no se proclamaron desde las nubes, con algún parlante celestial, sino que se reunieron pacientemente a lo largo de siglos en el seno del Pueblo de Dios, gracias a la fe de sus minorías más conscientes.

Durante unos 18 siglos, desde Abraham hasta Jesús, el pueblo de Israel descubrió, cada vez con mayor lucidez, que el Dios Único se había ligado a él. Las experiencias de la comunidad nacional, los llamados de esos hombres, llamados profetas, que hablaban de parte de Dios, las inquietudes que se desarrollaban entre los creyentes: todo esto pasó de una que otra manera a esos libros. Y fueron los responsables religiosos de Israel los que recibieron, escogieron y acreditaron estos libros, integrándolos al Libro Sagrado.

Así se formó el Antiguo Testamento de la Biblia.Testamento se refiere a que estos libros era como la herencia más preciosa entregada por Dios a su pueblo escogido.

Después de tantas experiencias, llegó para el pueblo de Israel un tiempo de crisis en que Dios quiso llevarlos de una vez a la madurez de la fe. Para eso vino Jesús. Con él se llevó a cabo la experiencia más trascendental de toda la historia. Jesús, sus esfuerzos para salvar al pueblo judío de una destrucción inminente, su rechazo, su muerte y, luego, su Resurrección: ésta fue la última palabra de Dios.

La trayectoria de Jesús originó la predicación de la Iglesia y los libros que en ella se escribieron. Aquellos libros que fueron aprobados por los responsables de la Iglesia pasaron a integrar el Nuevo Testamento.

El Nuevo Testamento comprende:

LOS CUATRO EVANGELIOS. La palabra Evangelio significa la Buena Nueva. Esos son los libros en que los apóstoles de Jesús escribieron lo que habían visto y aprendido de él.

Luego viene el libro de los HECHOS DE LOS APÓSTOLES, escrito por Lucas, el mismo que escribió el Tercer Evangelio.

Luego vienen más de veinte CARTAS que los apóstoles dirigieron a las primeras comunidades cristianas.

El Antiguo Testamento comprende:

Los LIBROS HISTÓRICOS. Aquí vemos la actuación de Dios para liberar a un pueblo que quier hacer que sea su pueblo. Lo vemos educar a ese pueblo y dar un sentido a su historia nacional. En estos libros se destacan:

El Génesis. El Exodo. El Deuteronomio. Los libros de Samuel.

LOS LIBROS PROFETICOS. Dios interviene en la historia por medio de sus profetas, encargados de transmitir su palabra.

LOS LIBROS DE SABIDURÍA destacan la importancia de la educación y del esfuerzo del individuo para llegar a ser un hombre responsable y un creyente.

Ediciones Paulinas - Verbo Divino

lunes, 15 de marzo de 2010

LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES



El evangelio nos dice claramente que si bien Jesús proclamó en su pequeño país la venida del Reino de Dios, más todavía se preocupó por formar esos “apóstoles”, o sea, enviados suyos, que difundieron el mensaje por todo el mundo, siendo los cimientos de su Iglesia.
¿Qué hubo desde los apóstoles hasta nosotros? Se necesitarían libros y libros para contar la vida de nuestros hermanos creyentes durante los veinte siglos que ya recorrió la Iglesia de Cristo. En esta historia, lo importante no es la mediocridad de una mayoría de los cristianos: ésta es la condición humana. Lo que sí nos interesa es conocer las experiencias y las hazañas de los verdaderos creyentes, apóstoles y mártires, y el primer libro que nos habla de ellos es el de los Hechos de los Apóstoles, escrito por el propio Lucas, el evangelista. Ahí nos da a conocer los primeros pasos de la Iglesia en los años que siguieron a la resurrección de Cristo.
El libro de los Hechos nos interesa también por este otro motivo: en los años presentes nos toca ser testigos del derrumbamiento de muchas estructuras que hacían de la Iglesia una institución imponente, y presentimos que ese cuerpo inmenso solamente recobrará vida por el florecimiento y la multiplicación de comunidades cristianas auténticas: el libro de los Hechos nos enseña precisamente cómo surgieron las primeras comunidades, por el trabajo de los apóstoles y la actuación del Espíritu.
Lucas no presenció los comienzos, ya que era pagano y vivía fuera de Palestina, en Antioquía. Pero después de convertido, acompañó a Pablo en sus misiones, a partir del año 50. Por eso, hay como dos partes en el libro de los Hechos. En la primera, capítulos 1 al 15, Lucas reunió lo que pudo saber de los veinte primeros años de la Iglesia. En la Segunda, capítulos 15-28, nos dejó principalmente el relato de lo que vio hacer a su maestro, Pablo, terminándose el libro en el año 62.

1

Lucas presenta su libro

1 1 Teófilo, yo escribí en mi primer libro todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el principio 2 hasta el día en que fue llevado al cielo, después que dio instrucciones por medio del Espíritu Santo, a los apóstoles, que había elegido.

La Ascensión de Jesús

3 Ellos fueron a los que se presentó después de su Pasión, dándoles muchas pruebas de que vivía y, durante cuarenta días, les habló acerca del Reino de Dios. 4 Mientras comía con ellos, les mandó: “No se alejen de Jerusalén, sino que esperen lo que prometió el Padre, de lo que ya les he hablado. 5 Que Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días.” 6 Como estaban reunidos, le preguntaron: “Señor, ¿es ahora cuando vas a restablecer el Reino de Israel?” 7 El les respondió: “A ustedes no les corresponde saber el tiempo y el momento que el Padre ha fijado con su propia autoridad, 8 sino que van a recibir una fuerza, la del Espíritu Santo, que vendrá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los límites de la tierra.”
9 Al decir esto, en presencia de ellos, Jesús fue levantado y una nube lo ocultó a sus miradas.
10 Mientras miraban fijamente al cielo hacia donde iba Jesús, de repente tuvieron a su lado dos hombres vestidos de blanco 11 que les dijeron: “Hombres de Galilea, ¿qué hacen ahí mirando al cielo? Este que ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá como lo han visto subir al cielo.”


Los discípulos esperan al Espíritu Santo

12 Entonces volvieron de aquel cerro, llamado de los Olivos, que está a un cuarto de hora de Jerusalén. 13 Y llegando a la ciudad, subieron a la habitación superior donde se alojaban. Eran Pedro, Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago de Alfeo; Simón, el que fue Zelotes y Judas, hermano de Santiago.
14
Todos ellos perseveraban en la oración y con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.


Elección de Matías

15 Uno de aquellos días, Pedro se puso de pie en medio de los hermanos, que eran alrededor de ciento veinte, y les dijo:
16 “Hermanos, era necesario que se cumpliera la Escritura referente a Judas, el que se hizo el guía de los que prendieron a Jesús. De él habló el Espíritu Santo por boca de David. 17 Era uno de los nuestros y había sido llamado a compartir nuestra común responsabilidad.
18 (Sabemos que se compró un campo con el salario del pecado; luego se tiró de cabeza, reventándose, y sus entrañas se desparramaron. 19 Todos los habitantes de Jerusalén supieron el asunto y llamaron a ese lugar: Campo de la Sangre.)

20 En el libro de los Salmos, estaba escrito: Que el lugar donde vivía quede desierto y no haya quien habite en él. Pero también está escrito: Que otro ocupe su oficio. 21 Es preciso, pues, que busquemos entre los hombres que anduvieron con nosotros durante todo el tiempo que convivimos con Jesús, 22 desde el bautismo de Juan hasta el día en que nos fue llevado, y que uno de ellos venga a ser, junto con nosotros, testigo de su Resurrección.
23 Presentaron a dos: José, llamado Barsaba, por sobrenombre, Justo, y Matías.

24 Entonces oraron así: “Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muéstranos a cuál de estos dos has elegido 25 para ocupar en el servicio del apostolado el puesto que Judas dejó para irse al lugar que le correspondía.
26 Echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías, el cual fue agregado a los once apóstoles.

sábado, 13 de marzo de 2010

2

Viene el Espíritu Santo

2 1 Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. 2 De pronto vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa donde estaban. 3 Se les aparecieron unas lenguas como de fuego, las que separándose, se fueron posando sobre cada uno de ellos; 4 y quedaron llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar idiomas distintos, en los cuales el Espíritu les concedía expresarse.
5 Había en Jerusalén judíos piadosos venidos de todas las naciones de la tierra. 6 Al producirse aquel ruido, la gente se juntó y quedaron desconcertados, porque cada uno oía hablar a los apóstoles en su propia lengua.
7 Asombrados y admirados decían: “¿No son galileos todos éstos que están hablando? 8 entonces, ¿cómo cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestro propio idioma? 9 Entre nosotros hay partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia y del Ponto; 10 hay hombres provenientes de Asia, Frigia, Panfilia y Egipto; y de la parte de Libia que limita con Cirene; hay forasteros que aceptaron sus creencias; 11 cretenses y árabes; pero todos los oímos hablar en nuestros idiomas las maravillas de Dios.” 12 No se lo creían, y se decían unos a otros: “¿Qué significa esto?” 13 Otros, en cambio, decían riéndose: “Están borrachos.”

Por vez primera se proclama a Jesús

14 Entonces Pedro se presentó con los Once; levantó su voz y habló en esta forma:
“Hombres de Judea y todos ustedes que están de paso en Jerusalén, entiendan lo que pasa y pongan atención a mis palabras. 15 No estamos borrachos, como ustedes piensan, ya que apenas son las nueve de la mañana. 16 Pero ha llegado lo anunciado por el profeta Joel:

17 Sucederá en los últimos días, dice Dios, derramaré mi Espíritu sobre todos los mortales; sus hijos y sus hijas profetizarán; los jóvenes tendrán visiones, y los ancianos tendrán sueños.
18 En esos días yo derramaré mi Espíritu sobre mis siervos y mis siervas y profetizarán.
19 Haré cosas maravillosas arriba en el cielo, y señales milagrosas, abajo en la tierra. 20 El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que llegue el Día del Señor, día grande y glorioso. 21 Y todo el que invoque el Nombre del Señor se salvará.
22 Israelitas, escuchen mis palabras: Dios había dado autoridad a Jesús de Nazaret entre todos ustedes; hizo por medio de él milagros, prodigios y cosas maravillosas, como ustedes saben. 23 Sin embargo, ustedes lo entregaron a los malvados, dándole muerte, clavándolo en la cruz, y así llevaron a efecto el plan de Dios que conoció todo esto de antemano. 24 A él, Dios lo resucitó y lo libró de los dolores de la muerte, porque de ningún modo podía quedar bajo su dominio. 25 De él hablaba David en un salmo, al decir: Veía continuamente, al Señor delante de mí, puesto que está a mi derecha para que no vacile, 26 por eso, mi corazón se ha alegrado y te alabo muy gozoso, y hasta mi cuerpo esperará en paz. 27 Porque no abandonarás mi alma en el lugar de los muertos ni permitirás que tu servidor sufra la corrupción. 28 Me has dado a conocer caminos de vida; me llenarás de gozo con tu presencia.
29 Hermanos, permítanme que les diga con toda claridad: el patriarca David murió y fue sepultado, y su tumba permanece entre nosotros hasta ahora. 30 Pero, como él era profeta, sabía que un descendiente de su sangre se sentaría en su trono, según Dios le había asegurado con juramento. 31 Por eso vio de antemano la resurrección del Mesías y de él habló al decir que no fue abandonado entre los muertos, ni su carne fue corrompida.
32 Este Mesías es Jesús, y todos nosotros somos testigos de que Dios lo resucitó. 33 Y, engrandecido por la mano poderosa de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido; hoy lo acaba de derramar, como ustedes ven y oyen.
34 También es cierto que David no subió al cielo; pero dice en un salmo: Dijo el Señor a mi Señor: “Siéntate a mi derecha 35 hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies.”
36 Sepa entonces con seguridad toda la gente de Israel, que Dios ha hecho Señor y Cristo a este Jesús a quien ustedes crucificaron.”
37 Al oír esto, se afligieron profundamente. Dijeron, pues, a Pedro y a los demás apóstoles: “Hermanos, ¿qué debemos hacer?”
38 Pedro les contestó: “Conviértanse y háganse bautizar cada uno de ustedes en el Nombre de Jesucristo, para que sus pecados sean perdonados. Y Dios les dará el Espíritu Santo; 39 porque la promesa es para ustedes y para sus hijos y para todos los extranjeros a los que el Señor llame.”
40 Con muchas otras palabras, Pedro daba testimonio y los animaba: “Sálvense de esta generación descarriada.” 41 Los que creyeron, fueron bautizados, y , ese día, se les unieron alrededor de tres mil personas.


La primera comunidad

42 Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, y a la convivencia, a la fracción del pan y a las oraciones.
43
Toda la gente estaba asombrada, ya que se multiplicaban los prodigios y milagros hechos por los apóstoles en Jerusalén.
44
Todos los creyentes vivían unidos y compartían todo cuanto tenían. 45 Vendían sus bienes y propiedades y se repartían de acuerdo a lo que cada uno de ellos necesitaba.
46
Acudían diariamente al Templo con mucho entusiasmo y con un mismo espíritu y “compartían el pan” en sus casas, comiendo con alegría y sencillez.
47
Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo; y el Señor hacía que los salvados cada día se integraran a la Iglesia en mayor número.

3

Pedro y Juan sanan a un hombre tullido

3 1 Pedro y Juan subían al Templo para la oración de las tres de la tarde. 2 Había allí un hombre tullido de nacimiento, al que llevaban y ponían todos los días junto a la puerta del Templo, llamada “Puerta Hermosa”, para que pidiera limosna a los que entraban.
3 Cuando Pedro y Juan estaban por entrar al Templo, el hombre les pidió limosna. 4 Pedro, con Juan a su lado, se fijó en él y le dijo: “Míranos.” 5 El tullido los observaba, esperando recibir algo. 6 Pedro entonces le dijo: “No tengo oro ni plata, pero lo que tengo, te lo doy: ¡Por el Nombre de Jesucristo de Nazaret, camina! 7 Y lo tomó de la mano derecha y lo levantó.
8 Inmediatamente sus tobillos y sus pies se afirmaron y, de un salto se puso de pie y caminó. Entró con ellos en el Templo, andando, saltando y alabando a Dios.
9 Todo el pueblo lo vio caminar y alabar a Dios. 10 Lo reconocían como el tullido que pedí a limosna junto a la Puerta Hermosa del Templo, y quedaron asombrados y maravillados por lo que había sucedido.
11 El hombre que había sanado no se apartaba de Pedro ni de Juan, de manera que todo el pueblo, asombrado, corrió al pórtico llamado de Salomón.
12 Pedro, a ver la gente reunida, les dijo: “Israelitas, ¿por qué nos miran así? ¿Creen ustedes que le hicimos andar por nuestro propio poder o por nuestra santidad? 13 Sepan que el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, el Dios de nuestro padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a quien ustedes entregaron y a quien negaron ante Pilato cuando éste quería ponerlo en libertad. 14 Ustedes renegaron del Santo y del Justo y pidieron como una gracia la libertad de un asesino, 15 mientras que al Señor de la Vida, lo hicieron morir.
Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello. 16 Y por la fe en el Nombre de Jesús, este Nombre ha sanado al tullido que ustedes ven y conocen. Es, pues, la fe en Cristo la que lo ha restablecido totalmente delante de todos ustedes.
17 Yo sé, hermanos, que actuaron así por ignorancia al igual que sus jefes. 18 Pero Dios cumplió de esta manera lo que había anunciado por intermedio de todos los profetas: que su Mesías padecería.
19 Arrepiéntanse entonces y conviértanse, para que todos sus pecados sean borrados. Y así el Señor hará venir los tiempos del alivio, 20 enviando al Mesías que les ha sido destinado. 21 Este Mesías es Jesús, que ha de permanecer en el cielo, hasta que llegue el momento de la restauración del mundo, de la cual Dios habló por boca de los santos profetas de tiempos pasados.
22 Moisés así lo dijo: El Señor Dios les hará surgir un profeta como yo de entre sus hermanos. Escuchen todo lo que él les va a decir. 23 Todo el que no escuche a ese profeta será eliminado del pueblo.
24 Y todos los profetas que, desde Samuel y sus sucesores, han hablado, anunciaron también estos días.
25
Ustedes son los hijos de los profetas y los herederos de la alianza que Dios pactó con nuestros padres, al decir a Abraham: En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra. 26 Para ustedes, primeramente, Dios ha resucitado a su Servidor y se lo ha enviado cargado de bendiciones, con tal de que cada uno se aparte de sus actos malos.”

4

Arrestan a Pedro y Juan

4 1 Aún hablaban al pueblo, cuando llegaron hasta ellos los sacerdotes, el jefe de la guardia del Templo y los hombres del partido de los saduceos. 2 estaban muy molestos porque Pedro y Juan enseñaban al pueblo y anunciaban que la resurrección de los muertos se había verificado en Jesús. 3 Los tomaron presos y los metieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque ya anochecía.
4 Muchos de los que habían oído la Palabra creyeron, y el número de los creyentes subió a unos cinco mil.
5 Al día siguiente se reunieron los Jefes, los Ancianos y los maestros de la Ley que había en Jerusalén; 6 estaban Anás el Sumo Sacerdote, Caifás, Jonatán, Alejandro y todos los que pertenecían a la familia pontifical. 7 Llamaron a los apóstoles a su presencia y les preguntaron: “¿Con qué derecho hicieron esto? ¿Quién se lo ha autorizado?
8 Entonces Pedro, lleno de Espíritu Santo, les dijo: “Jefes del pueblo y Ancianos de Israel, 9 hoy debemos responder por la curación de un enfermo. ¿Por quién ha sido sanado? Sépanlo todos ustedes 10 y que lo sepa todo el pueblo de Israel: Por el Nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó de entre los muertos; gracias a él, este hombre está de pie y sano ante ustedes.

11 Jesús es la piedra que ustedes los constructores despreciaron y que se convirtió en piedra fundamental, 12 y para los hombres de toda la tierra no hay otro Nombre por el que podamos ser salvados.”
13
Quedaron admirados al ver la autoridad con que hablaban Pedro y Juan, que eran hombres sin instrucción y desconocidos. Los identificaban como seguidores de Jesús, 14 pero veían de pie junto a ellos al hombre que había sanado; de modo que nada podían decir en su contra.
15 Los mandaron salir afuera del tribunal y comenzaron a discutir entre ellos. 16 “¿Qué vamos a hacer con estos hombres? Todo Jerusalén sabe que han hecho un milagro clarísimo y no podemos negarlo. 17 Pero procuremos que esto no se divulgue más entre el pueblo. Lo mejor, pues, sería amenazarlos, para que no hablen más a nadie de ése a quien invocan.”
18
Los llamaron y les mandaron que de ningún modo hablaran o enseñaran en el Nombre de Jesús. 19 Pedro y Juan les respondieron: “Vean ustedes mismos si está bien delante de Dios que les obedezcamos antes que a él. 20 No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído.”
21 Entonces, insistiendo en sus amenazas, los dejaron en libertad, porque no hallaban cómo castigarlos, a causa del pueblo. 22 Pues todos glorificaban a Dios por lo que había pasado, ya que el hombre milagrosamente sanado tenía más de cuarenta años.
23
Una vez que quedaron libres, Pedro y Juan fueron a los suyos y les contaron todo lo que les habían dicho lo Jefes de los sacerdotes y los Ancianos. 24 Cuando lo oyeron, todos a una voz se dirigieron a Dios, diciendo:
”Señor, tú hiciste el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos. 25
Tú por el Espíritu Santo, pusiste en boca de David, tu siervo, estas palabras: ¿Por qué se agitan las naciones y los pueblos traman planes vanos? 26 Los reyes de la tierra se reúnen y los jefes pactan una alianza contra el Señor y contra su Mesías.
27 Así sucedió en esta ciudad: se unieron Herodes y Poncio Pilato, así como los paganos y el pueblo de Israel contra Jesús, tu santo siervo, a quien ungiste, 28 y llevaron a efecto tus propios planes, que tú dispusiste según tu poder y sabiduría.
29
Y ahora, Señor, mira sus amenazas y concede a tus siervos anunciar tu palabra con toda seguridad. 30 Manifiesta tu poder, realizando curaciones, señales y prodigios por el Nombre de tu santo siervo Jesús.”
31 Cuando terminaron su oración, tembló el lugar donde estaban reunidos y todos quedaron llenos de espíritu santo, y se pusieron a anunciar seguridad la palabra de Dios.


Los creyentes tratan de poner en común sus bienes

32 La multitud de los fieles tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba como suyo lo que poseía. 33 Dios confirmaba con su poder el testimonio de los apóstoles respecto de la resurrección del señor Jesús, y todos ellos vivían algo my maravilloso. 34 No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que tenían campos o casas los vendían 35 y ponían el dinero a los pies de los apóstoles, quienes repartían a cada uno según sus necesidades.
36 Así lo hizo José, llamado por los apóstoles Bernabé (que quiere decir: El hombre del Consuelo), levita nacido en Chipre, 37 que, después de vender su campo, llegó con el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles.

5

El castigo de Ananías y Safira

5 1 Un hombre llamado Ananías, de acuerdo con su esposa Safira, vendió una propiedad 2 y se quedó con una parte del precio, sabiéndolo también su esposa; el resto lo entregó a los apóstoles.
3 Pedro le dijo: “Ananías, ¿por qué has dejado que Satanás se apoderar de tu corazón? ¿Por qué intentas engañar al Espíritu Santo guardándote una parte del precio de tu campo? 4 ¿Quién te obligó a venderlo? Y si lo vendías, ¿no podías quedarte con todo el dinero? ¿Cómo se te ha ocurrido hacer esto? No has engañado a los hombres, sino a Dios.”

5 Ananías, al oír esto, se desplomó y murió, y un gran temor se apoderó de todos los que lo oyeron. 6 Los más jóvenes se levantaron, envolvieron su cuerpo y lo llevaron a enterrar.
7
Unas tres horas más tarde, entró su esposa, que no sabía lo que había pasado. 8 Pedro le preguntó: “¿Es cierto que vendieron en tanto el campo?” Ella respondió: “Sí, en eso.” 9 Y Pedro le dijo: “¿Por qué se han puesto de acuerdo para poner a prueba al Espíritu del Señor? Mira, aquí vienen los que enterraron a tu marido. Ellos te llevarán también a ti.”
10 En ese instante Safira se desplomó a sus pies y murió. Cuando volvieron los jóvenes, la hallaron muerta y la llevaron a enterrar junto con su marido. 11 Un gran temor se apoderó de toda la Iglesia y de todos cuantos oyeron estas cosas.
12 Los apóstoles obraban muchas señales milagrosas y prodigios en el pueblo. Todos los fieles se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón; 13 pero de los otros nadie se atrevía a unirse a ellos, aunque el pueblo los estimaba mucho.
14 Con esto, un número cada día mayor de hombres y de mujeres se unían al Señor mediante la fe. 15 Tanto que sacaban los enfermos a las calles en camas y camillas, para que cuando Pedro pasara, al menos su sombra cubriera alguno de ellos. 16 Acudía mucha gente, aun de las ciudades vecinas a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados por espíritus malos, y todos quedaban sanos.


Los apóstoles comparecen nuevamente

17 El Sumo Sacerdote y todos los suyos que formaban el partido de los saduceos, se pusieron muy envidiosos 18 y, tomando presos a los apóstoles los metieron en la cárcel pública.
19
Pero, durante la noche, el Angel del Señor abrió las puertas de la cárcel y los sacó fuera, diciéndoles: 20 “Preséntense en el Templo y anuncien al pueblo todo el Mensaje de Vida.” 21 Obedecieron y, entrando en el Templo al amanecer, se pusieron a enseñar.
Mientras tanto, llegó el Sumo Sacerdote con sus partidarios, reunieron al Sanedrín, o sea, a todo el Senado Israelita, y mandaron a buscarlos a la cárcel. 22
Cuando los guardias llegaron allí, no los encontraron. Volvieron y contaron: 23 “Encontramos la cárcel cuidadosamente cerrada y los centinelas montando guardia en las puertas, pero cuando abrimos, no encontramos a nadie dentro.”
24 El jefe de la guardia y los jefes de los sacerdotes, al oír esto, quedaron desconcertados, preguntándose qué podría haber sucedido. 25 En esto llegó uno que les dijo: “Los hombres que encarcelaron están en el Templo enseñando al pueblo.”
26
Entonces el jefe de la guardia fue con sus ayudantes y los trajeron, pero sin violencia, porque tenían miedo de ser apedreados por el pueblo.
27
Una vez traídos, los presentaron ante el Sanedrín. El Sumo Sacerdote los interrogó y declaró: 28 “¿No les prohibimos estrictamente enseñar en ese Nombre? Pero ahora ustedes han difundido por toda Jerusalén su doctrina y quieren cargarnos con la sangre de este hombre.”
29 Pedro y los apóstoles respondieron: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. 30 El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien ustedes dieron muerte colgándolo de un madero. 31 Dios lo ha puesto en el cielo a su derecha, haciéndolo Jefe y Salvador para dar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. 32 De esto nosotros somos testigos y también es testigo el Espíritu Santo que Dios ha dado a lo s que le obedecen.” 33 Cuando oyeron esto, se indignaron y querían matarlos.

34 Entonces un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la Ley, estimado por todo el pueblo, se levantó en el Sanedrín y mandó que hicieran salir un momento a aquellos hombres.
35
Luego les dijo: “Colegas israelitas, fíjense bien en lo que van a hacer con estos hombres. 36 Porque, no hace mucho, apareció Teudas, que se hacía pasar por un gran personaje, a quien se unieron unos cuatrocientos hombres. Pero lo mataron y todos los que lo seguían se dispersaron o desaparecieron. 37 Después, en tiempos del censo, surgió Judas el Galileo, que arrastró al pueblo en pos de sí; también éste pereció y todos sus seguidores se dispersaron.
38 Por eso, les aconsejo ahora: olvídense de estos hombres y déjenlos en paz. Porque, si esta idea o esta obra es de los hombres, se destruirá por sí sola; 39 pero, si viene de Dios, no podrán destruirla. No sea que estén luchando contra Dios.”

Y siguieron su consejo.
40
Entonces llamaron a los apóstoles y, después de azotarlos, les prohibieron hablar de Jesús Salvador. Luego los dejaron ir.
41
Ellos salieron del Sanedrín muy gozosos por haber sido considerados dignos de sufrir por el Nombre de Jesús. 42 Y todos los días enseñaban y anunciaban en el Templo y en las casas la Buena Nueva de Cristo Jesús.

viernes, 12 de marzo de 2010

6

Los primeros Diáconos

6 1 Por aquellos días, habiendo aumentado el número de los discípulos, los helenistas se quejaron contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en el servicio diario.
2 Los Doce reunieron la Asamblea de los discípulos y les dijeron: “No es conveniente que descuidemos la Palabra de Dios por el servicio de las mesas: ¿qué les parece? 3 Busquen pues, de entre ustedes a siete hombres de buena fama, llenos de sabiduría y Espíritu para confiarles este oficio. 4 Nosotros nos dedicaremos ala oración y al ministerio de la palabra.”
5 Toda la asamblea estuvo de acuerdo y eligieron a Esteban hombre lleno de fe y Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, prosélito de Antioquía; 6 los presentaron a los apóstoles, quienes después de orar, les impusieron las manos.
7 La palabra de Dios, se difundía y el número de los discípulos en Jerusalén aumentaba considerablemente. Incluso un gran número de sacerdotes aceptaron la fe.


Historia de Esteban

8 Esteban, lleno de gracia y fortaleza, realizaba grandes prodigios y señales milagrosas en el pueblo. 9 Algunos que pertenecían a la sinagoga llamada de los Libertos, cirenenses y alejandrinos, y otros de Cilicia y Asia acudieron para rebatir a Esteban, 10 pero no pudieron hacer frente a la sabiduría que estaba en él y al Espíritu que hablaba por él cuando los rebatía con mucha autoridad. 11 Y, como no podían mirar de frente la verdad, sobornaron a unos hombres que dijeron: “Lo hemos oído hablar contra Moisés y contra Dios.”
12
Así excitaron al pueblo, a los Ancianos y a los maestros de la Ley, vinieron de repente, lo arrestaron y lo llevaron al Sanedrín.
13 Allí, presentaron testigos falsos que declararon: “Este hombre siempre habla en contra de nuestro Lugar Santo y contra la Ley. 14 Le oímos decir que Jesús Nazareno destruirá este Lugar y cambiará las costumbres que nos dejó Moisés.” 15 Todos los que estaban sentados en el Sanedrín, cuando miraron a Esteban, vieron su rostro como el de un ángel.

7

7 1 Entonces el Sumo Sacerdote le preguntó: “¿Es verdad?” 2 El respondió: “Hermanos y padres, presten atención:
El Dios glorioso se apareció a nuestro padre Abraham, cuando estaba en Mesopotamia, antes que viniera a vivir en Jarán. 3 Y le dijo: Deja tu país y tu parentela y anda al país que yo te mostraré. 4 Entonces salió del país de los caldeos y se estableció en Jarán. Después de la muerte de su padre, Dios lo hizo trasladarse a este país que ustedes habitan. 5 Y no le dio allí propiedad alguna ni siquiera como para poner el pie, sino que prometió dárselo en posesión a él y a su descendencia, a pesar de que no tenía hijos. 6 Dios habló así: Tu descendencia vivirá en tierra extraña, será esclavizada y maltratada durante cuatrocientos años. 7 Entonces pediré cuentas a la nación a la que sirvan como esclavos. Después saldrán y me darán culto en este lugar. Luego hizo con él el pacto de circuncisión; 8 y así, al nacer su hijo Isaac, Abrahán lo circuncidó al octavo día. Isaac hizo lo mismo con Jacob y Jacob con los doce patriarcas. 9 Los patriarcas, envidiosos de José, lo vendieron con destino a Egipto. Dios, sin embargo, estaba con él. 10 Lo libró de todas sus tribulaciones, le concedió sabiduría y lo hizo grato al faraón, rey de Egipto, quien lo nombró gobernador de Egipto y de toda su casa. 11 Vino hambre en toda la tierra de Egipto y de Canaán; fue una gran miseria y nuestros padres no encontraban qué comer. 12 Al saber Jacob que había trigo en Egipto, mandó a nuestros padres por primera vez. 13 La segunda vez, José se dio a conocer a sus hermanos y el faraón conoció la raza de José. 14 José mandó a buscar a su padre Jacob y a toda su familia que se componía de setenta y cinco personas. 15 Jacob entonces bajó a Egipto donde murió él y también nuestros padres. 16 Fueronllevados a Siquem y puestos en el sepulcro que Abraham había comprado a precio de plata a los hijos de Hamor, de Siquem.
17 A medida que se iba acercando el tiempo de la promesa que Dios había hecho a Abraham, el pueblo crecía y se multiplicaba en Egipto, 18 hasta que llegó otro rey a Egipto que no conocía a José. 19 Este, actuando astutamente contra nuestra raza, obligó a nuestros padres a abandonar sus hijos recién nacidos para que no vivieran. 20 En este tiempo nació Moisés, que halló el favor de Dios. Durante tres meses fue criado en la casa de su padre, 21 y cuando lo abandonaron, la hija del faraón lo recogió y lo crió como hijo suyo. 22 Moisés, pues, fue educado en toda la sabiduría de los egipcios. 23 Era poderoso en sus palabras y en sus obras. Cuando cumplió cuarenta años sintió deseos de visitar a sus hermanos los israelitas. 24 Al ver que uno de ellos era maltratado, salió en su defensa y lo vengó matando al egipcio. 25 Creyó que sus hermanos comprenderían que, en su persona, Dios les daba un libertador; pero no lo entendieron. 26 Al día siguiente se presentó a ellos mientras peleaban y trataba de ponerlos en paz diciendo: “Ustedes son hermanos, ¿por qué se hacen daño el uno al otro?” 27 En ese momento el que maltrataba a su compañero lo rechazó diciendo: 28 "¿Quién te nombró jefe y juez de nosotros? ¿Quieres matarme como lo hiciste ayer con el egipcio?.” 29 Moisés, al oír esto, huyó y fue a vivir como extranjero en la tierra de Madián, donde tuvo dos hijos.
30 Pasados cuarenta años se le apareció un ángel en el desierto del monte Sinaí, en la llama de una zarza que ardía. 31 Moisés se admiró al ver la aparición. Y como se acercara a mirarla, oyó la voz del Señor:
32 ”Yo soy el Dios tus padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.” Moisés, lleno de miedo, no se atrevía a mirar. 33 Pero el Señor le dijo: Sácate las sandalias, porque el lugar donde estás es tierra santa. 34 He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he oído su llanto y he bajado para liberarlo. Y ahora ven, que te mando a Egipto.”
35 A este Moisés, al que rechazaron diciéndole: “¿Quién te nombró jefe y juez?”, Dios lo mandó como jefe y libertador, con la ayuda del ángel, que se le apareció en la zarza. 36 El los hizo salir, realizando prodigios y señales en Egipto, en el mar Rojo y en el desierto durante cuarenta años. 37 Este Moisés es quien dijo a los israelitas: “Dios les dará de entre sus hermanos a un profeta como yo.” 38 Este es el que, en la Asamblea del Desierto, hizo de mediador entre el ángel que le hablaba y nuestros padres; y recibió las palabras de vida para comunicárselas a ustedes.
39 Es aquel a quien no quisieron obedecer nuestros padres, sino que lo rechazaron y volvieron de corazón a Egipto, 40 diciendo a Aarón: “Danos dioses que nos guíen, porque no sabemos que ha sido de este Moisés que nos sacó de Egipto.” 41 Y fabricaron en aquellos días un becerro, ofrecieron sacrificios al ídolo y festejaron la obra de sus manos. 42 Dios, pues, se apartó de ellos y dejó que adoraran a los astros del cielo, como está escrito en el Libro de los profetas: “¿Me ofrecieron acaso víctimas y sacrificios durante cuarenta años en el desierto, pueblo de Israel? 43 Más bien llevaban la tienda de Moloc y la estrella del dios Refán, imágenes que fabricaron para adorarlas; por esto yo los desterraré más allá de Babilonia.”
44 Nuestros padres tenían en el desierto la Tienda del testimonio como había ordenado Dios cuando dijo a Moisés que la fabricara según el modelo que había visto; 45 nuestros padres la recibieron e introdujeron bajo el mando de Josué en la tierra conquistada a los paganos, a quienes Dios expulsó delante de ellos. La guardaron hasta los días de David, 46 el cual agradó a Dios y le pidió como un favor construir una Casa para el Dios de Jacob. 47 Sin embargo, fue Salomón quien edificó ese templo.

48 En realidad, el Altísimo no vive en casas hechas por mano de hombres, como dice el profeta: 49 El cielo es mi trono y la tierra el apoyo de mis pies, ¿Qué casa me van a edificar?, dice el Señor. ¿Cuál será el lugar de mi descanso? 50 ¿No fui yo quien hice todas estas cosas?
51 Ustedes, sin embargo, duros de cabeza, endurecieron su corazón y cerraron sus oídos; siempre se resisten al Espíritu Santo, igual que sus padres. 52 ¿A qué profeta no persiguieron sus padres? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, pero ustedes ahora lo traicionaron y asesinaron. 53 Ustedes que recibieron la Ley por medio de ángeles y no la cumplieron.”
54 Al oír este reproche se enfurecieron; rechinaban los dientes contra Esteban. 55
El, lleno del Espíritu Santo, fijó sus ojos en el cielo, vio la Gloria de Dios y a Jesús a su derecha y declaró: “Veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre a la derecha de Dios.” 57 Pero ellos, con grandes gritos, se taparon los oídos y todos juntos se lanzaron contra él; lo sacaron fuera de la ciudad para apedrearlo, 58 y los testigos dejaron sus ropas a los pies de un joven llamado Saulo. 59 Mientras lo apedreaban, Esteban oraba así: “Señor Jesús, recibe mi espíritu.” 60 Después se arrodilló y dijo en alta voz: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado.” Y, diciendo esto, murió.