LA BIBLIA - INTRODUCCIÓN

La Biblia no ha caído del cielo. Aquí están libros que no se proclamaron desde las nubes, con algún parlante celestial, sino que se reunieron pacientemente a lo largo de siglos en el seno del Pueblo de Dios, gracias a la fe de sus minorías más conscientes.

Durante unos 18 siglos, desde Abraham hasta Jesús, el pueblo de Israel descubrió, cada vez con mayor lucidez, que el Dios Único se había ligado a él. Las experiencias de la comunidad nacional, los llamados de esos hombres, llamados profetas, que hablaban de parte de Dios, las inquietudes que se desarrollaban entre los creyentes: todo esto pasó de una que otra manera a esos libros. Y fueron los responsables religiosos de Israel los que recibieron, escogieron y acreditaron estos libros, integrándolos al Libro Sagrado.

Así se formó el Antiguo Testamento de la Biblia.Testamento se refiere a que estos libros era como la herencia más preciosa entregada por Dios a su pueblo escogido.

Después de tantas experiencias, llegó para el pueblo de Israel un tiempo de crisis en que Dios quiso llevarlos de una vez a la madurez de la fe. Para eso vino Jesús. Con él se llevó a cabo la experiencia más trascendental de toda la historia. Jesús, sus esfuerzos para salvar al pueblo judío de una destrucción inminente, su rechazo, su muerte y, luego, su Resurrección: ésta fue la última palabra de Dios.

La trayectoria de Jesús originó la predicación de la Iglesia y los libros que en ella se escribieron. Aquellos libros que fueron aprobados por los responsables de la Iglesia pasaron a integrar el Nuevo Testamento.

El Nuevo Testamento comprende:

LOS CUATRO EVANGELIOS. La palabra Evangelio significa la Buena Nueva. Esos son los libros en que los apóstoles de Jesús escribieron lo que habían visto y aprendido de él.

Luego viene el libro de los HECHOS DE LOS APÓSTOLES, escrito por Lucas, el mismo que escribió el Tercer Evangelio.

Luego vienen más de veinte CARTAS que los apóstoles dirigieron a las primeras comunidades cristianas.

El Antiguo Testamento comprende:

Los LIBROS HISTÓRICOS. Aquí vemos la actuación de Dios para liberar a un pueblo que quier hacer que sea su pueblo. Lo vemos educar a ese pueblo y dar un sentido a su historia nacional. En estos libros se destacan:

El Génesis. El Exodo. El Deuteronomio. Los libros de Samuel.

LOS LIBROS PROFETICOS. Dios interviene en la historia por medio de sus profetas, encargados de transmitir su palabra.

LOS LIBROS DE SABIDURÍA destacan la importancia de la educación y del esfuerzo del individuo para llegar a ser un hombre responsable y un creyente.

Ediciones Paulinas - Verbo Divino

sábado, 13 de febrero de 2010

CARTA A LOS ROMANOS

LA CARTA A LOS ROMANOS

Jesús había anunciado el evangelio al pueblo judío como una respuesta a las grandes inquietudes de ese pueblo. La predicación del reino de Dios no se limitaba a una “salvación de las almas”. No desconocía las aspiraciones colectivas de toda la Historia Sagrada, sino que las orientaba hacia una misión más universal. Jesús venía como Salvador del pueblo judío.
Ahora bien, para que el evangelio fuera recibido por los pueblos riegos del Imperio Romano, era necesario que fuera Buena Noticias también para ellos. Pero vivían amparados por las estructuras fuertes de una sociedad que nadie pensaba cambiar seriamente y permanecían muy ajenos a las esperanzas judías. En cambio, aspiraban a esa transformación y renovación del creyente, que es fruto de su fe en Cristo. Pues hasta ese momento vivían convencidos de que no podían escapar a un destino ciego; les parecía imposible superar la corrupción universal; nadie les había aclarado el porqué de los conflictos que llevamos adentro.
En esta carta a la comunidad de Roma, capital del Imperio, Pablo presenta todo el mensaje de salvación como una respuesta a las inquietudes de los griegos, pero sin desconocer las de los judíos (pues también había en la comunidad de Roma).
La Salvación, dice Pablo, es una liberación de la persona humana, y nos salvamos al descubrir el amor de Dios en la Muerte y la Resurrección de Jesús, su Hijo.
La división interior que experimenta cada uno en sus conciencia, y la división entre los hombres son manifestaciones diversas de un mal profundo y universal que Pablo llama el Pecado. El hombre desearía sanar de su mal, pero le falta la llave para comprenderse a sí mismo: está hecho para compartir la vida de Dios y, mientras no lo alcance, seguirá con sus males, que provienen de una rebeldía inconsciente o abierta contra Dios.
Bien es verdad que muchas personas que no creen en Cristo se esfuerzan por vivir en forma correcta. Ya antes de Cristo, la Biblia indicaba un camino de justicia que muchos trataban de seguir. Pero, dice Pablo, mientras el hombre piensa hacerse “justo” por sus obras y prácticas y cree en sus propios méritos, no da cabida a la única fuerza que lo puede liberar y que es el amor misericordioso de Dios.
¿Cómo entrará el hombre en ese mundo de Dios que es amor? Dios le tiene su mano y le enseña el amor. Jesús viene a salvarnos y los crucificamos, y en esto mismo Dios demuestra hasta dónde nos ama y nos perdona.
El que mira a Cristo y cree en este gesto de amor consigue la liberación ofrecida por Dios, y hablo enfatiza las consecuencias inesperadas de esta fe: Dios nos hace hijos suyos a los que su Espíritu guía y anima.
El creyente se ve liberando de sus cadenas y de sus debilidades porque sabe amar.
Pablo no presenta ningún programa de renovación social, pero nos pone un ejemplo en las últimas páginas de esta carta al mostrar cómo una comunidad logra unión y fraternidad a partir de un esfuerzo de comprensión mutua, tratando cada uno de dar el primer paso
.

1

1 1 Pablo, siervo de Cristo Jesús
y apóstol por un llamado de Dios,
escogido para proclamar el Evangelio de Dios.

2 Esta Buena Nueva
anunciada de antemano por sus profetas en las Santas escrituras,
3 se refiere a su Hijo,
que nació de la descendencia de David, según la carne
4 y que, al resucitar de entre los muertos,
fue constituido Hijo de Dios con Poder, por obra del Espíritu Santo.

5 Por él, Cristo Jesús, nuestro Señor,
recibí la gracia y la misión del apóstol,
para persuadir a los hombres que se sometan a la fe,
y con eso sea glorificado su Nombre.

6 Me ha enviado al mundo de los paganos al que pertenecen también ustedes, 7 los de Roma, a los que Cristo Jesús ha llamado,
a ustedes a quienes Dios quiere y que fueron llamados a ser santos.


Tengan, pues, gracia y paz de parte de Dios, nuestro Padre,
y de Cristo Jesús, el Señor.

Desde mucho tiempo Pablo quiere visitarlos

8 Ante todo doy gracias a mi Dios, por intermedio de Cristo Jesús, por todos ustedes, porque su fe es famosa en el mundo entero. 9 A cada momento los recuerdo en mis oraciones; de eso Dios es testigo, al que rindo un culto espiritual con anunciar la Buena Nueva de su Hijo. 10 Y constantemente le ruego que, por fin, algún día, si es de su voluntad, me allane el camino para visitarlos.
11 Tengo muchas ganas de verlos para comunicarles algún don espiritual que los haga mas firmes. 12 De hecho, tanto ustedes como yo, nos vamos a animar al compartir nuestra fe común.
13 Sepan, hermanos, que muchas veces me hice el propósito de ir donde ustedes, pero hasta ahora no he podido hacerlo. 14 Mi intención era cosechar algún fruto entre ustedes, como lo hice entre los demás pueblos paganos. Ya sean griegos o extranjeros, cultos o ignorantes, con todos me siento comprometido. 15 De ahí mi interés por darles el Evangelio también a ustedes, los de Roma.

16 Pues yo no sabría avergonzarme de esta Buena Nueva, que es fuerza de Dios, con el fin de salvar a todo el que cree, primero a los judíos, y luego a los griegos. 17 Esta Buena Nueva nos revela cómo Dios hace justos a los hombres, por la fe y para la vida de fe, como lo dijo la escritura: El justo por la fe vivirá.

18 En efecto, Dios nos hace ver cómo desde el cielo se prepara a condenar la maldad y la injusticia de toda clase, de aquellos hombres que han desterrado la verdad con sus obras malas. 19 Todo aquello que podemos conocer de Dios debería ser claro para ellos: Dios mismo se lo manifestó. 20 Pues, si bien a él no lo podemos ver, lo contemplamos por lo menos, a través de sus obras, puesto que él hizo el mundo, y por ellas entendemos que él es eterno y poderoso, y que es Dios.
De modo que no tienen disculpa, 21 porque conocían a Dios y no lo han glorificado como le corresponde, ni le han dado gracias. Al contrario, se perdieron en sus razonamientos y su corazón extraviado se encegueció más todavía. 22 Pretendían ser sabios cuando hablaban como necios. 23 Cambiaron la Gloria del Dios inmortal por imágenes con forma de hombre mortal, de aves, de animales o de serpientes.

24 Por eso, los entregó Dios a sus malos deseos. Llegaron a cosas vergonzosas y deshonraron sus propios cuerpos. 25 Han cambiado al Dios de verdad por la mentira; han adorado y honrado a seres creados, prefiriéndolos al Creador: ¡Bendito sea él por todos los siglos. Amén! 26 Por eso Dios permitió que fueran esclavos de pasiones vergonzosas: sus mujeres cambiaron las relaciones sexuales normales por relaciones contra la naturaleza. 27 Igualmente el hombre, abandonando la relación natural con la mujer, se apasionaron unos por otros, practicando torpezas, varones con varones recibiendo en sí mismos el castigo merecido por su extravío.
28 Despreciaron a Dios, al no tratar de conocerlo según la verdad, y él, a su vez, los abandonó a su corazón sin conciencia, que los llevó a cometer toda clase de torpezas. 29 Por ello andan llenos de injusticia, perversidad, codicia, maldad, rebosantes de envidia, crímenes, peleas, engaños, mala voluntad, chismes. 30 Calumnian, desafían a Dios, son altaneros, orgullosos, farsantes, hábiles para lo malo. Se rebelan contra sus padres, 31 son insensatos, desleales, sin amor, despiadados. 32 Conocen las sentencias de Dios que declara dignos de muerte a quienes obran en esta forma; pero, a pesar de eso, lo hacen y aplauden a quienes lo hacen.

2

También los judíos deben temer al juicio de Dios

2 1 Por eso no tienes disculpa, quienquiera que seas, cuando juzgas a los demás. Pues, al juzgar a tu prójimo, tú mismo te condenas, siendo que haces precisamente lo que juzgas. 2 Nosotros sabemos que la condenación de Dios alcanzará sin equivocarse a los que hacen estas cosas, 3 y tú ¿crees que vas a escapar del juicio de Dios cuando condenas a los demás, haciendo lo que tú condenas?
4 ¿O bien te aprovechas de Dios y de su inmensa bondad, paciencia y comprensión, y no reconoces que esa bondad te quiere llevar a una conversión? 5 Pero, si tu corazón se endurece y te niegas a cambiar, te estás juntando a tú mismo un gran castigo para el día del Juicio en que Dios se presentará como justo juez.
6 ¿El pagará a cada uno de acuerdo con sus actos. 7 Dará vida eterna a los que tomaron el camino de la gloria, de la honra y de la inmortalidad, perseverando en el bien. 8 Al contrario, para los rebeldes que no se someten a la verdad, sino a la injusticia, habrá reprobación y condenación. 9 Habrá sufrimientos y angustias para cualquier hombre que hace el mal, para el judío primero, y luego para el griego. 10 En cambio, Dios dará gloria, honra y paz a cualquier hombre que hace el bien, primero al judío y después al griego. 11 Porque Dios no tiene preferencias por nadie.

A cada cual lo instruye su conciencia

12 Quienes sin conocer la Ley pecaron, sin Ley morirán, y los que pecaron conociendo la Ley, serán juzgados según esta Ley. 13 Pues no son justos delante de Dios los que oyen la Ley, sino los que la cumplen. 14 Cuando los paganos, que no tienen ley, cumplen naturalmente con lo que manda la Ley, se están dando a sí mismos una ley; 15 y muestran que las exigencias de la Ley están grabadas en su corazón. Lo demuestra también la conciencia que habla en ellos, cuando se condenan o se aprueban entre sí.
16
Así sucederá el día en que Dios, según mi Evangelio, juzgará por Cristo Jesús las acciones secretas de los hombres.
17
Pero tú que te dices judío, te basas en la Ley y te sientes orgulloso de tu Dios. 18 Tú conoces la voluntad de Dios y la Ley te enseña a discernir lo que es mejor. 19 Por eso andas creído de que eres el guía de los ciegos, luz en la oscuridad, 20 maestro de los que no saben, educador de los niños, porque tienes concretamente en la Ley el conocimiento y la verdad. 21 Pues bien, tú que enseñas a los demás, ¿Por qué no te enseñas a ti mismo? Si dices que no se debe robar, ¿por qué robas? 22 Dices que no se debe cometer adulterio, ¡sin embargo, tú lo haces! Dices que aborreces a los ídolos, ¡pero robas en sus templos! 23 Te sientes orgulloso de la Ley, pero no la cumples y deshonras así a tu Dios. 24 De hecho, como dice la Escritura: los demás pueblos desprecian el nombre de Dios por culpa de ustedes.
25 La circuncisión te sirve si cumples la Ley, pero , si no la cumples, es como si no estuvieras circuncidado. 26 Al revés, si algunos, que no tienen la circuncisión, cumplen los mandatos de la Ley, ¿no piensas que, siendo paganos, se alzaron al nivel de los circuncidados? 27 Y éste, que cumple la Ley sin haber recibido en su cuerpo la circuncisión, te juzgará a ti que has recibido la circuncisión y que tienes la Ley, pero no la cumples. 28 Porque no es judío verdadero el que lo es exteriormente, ni es verdadera circuncisión la que se nota en el cuerpo. 29 Ser judío es una realidad íntima, y ser circuncidado es cosa interior, fruto del espíritu y no de una ley escrita: quien vive así será alabado, no por los hombres, sino por Dios.

3

Cuál es la ventaja de ser judío

3 1 Entonces, ¿cuál es la ventaja de ser judío? Y ¿de qué sirve la circuncisión? 2 De mucho, desde cualquier punto de vista. En primer lugar, fue a los judíos a quienes Dios confió sus palabras.
3 Ahora bien, si algunos de ellos no fueron fieles, ¿dejará Dios de ser fiel? ¡Ni pensarlo! 4 Más bien se comprobará que Dios es fidelidad, mientras que el nombre no cumple, como lo dice la Escritura:
Reconocerán que dices la verdad, y saldrás ganando si te quieren juzgar.
5 Pero, si nuestra maldad demuestra que Dios es justo, ¿qué diremos?
¿Qué Dios es injusto cuando se enoja y nos castiga? (hablo según la lógica humana).
- 6
De ninguna manera, porque entonces, ¿cómo podría Dios juzgar al mundo?
- 7
Pero, si la mentira mía hace resaltar la verdad de Dios, siendo así mayor su gloria, ¿cómo me tratarán de pecador?
- 8
Entonces no te queda más que hacer el mal para que resulte bien. Algunos calumniadores nuestros dicen que ésa es nuestra enseñanza, pero son palabras de las que deberán responder.
9 Entonces, ¿tenemos alguna superioridad? ¡De ninguna manera!, pues acabamos de demostrar que todos, tanto judíos como no judíos, están sometidos al pecado, 10 como dice la Escritura:
11 No hay nadie bueno, ni siquiera uno, no hay un sensato, para que busque a Dios. 12 Todos andan extraviados, se perdieron juntos. No hay ninguno que haga el bien, ni uno siquiera.
13
Su garganta es un sepulcro abierto, pues sus palabras son puros engaños. 14 Veneno de serpiente ocultan sus labios, de su boca brotan insultos hirientes.
15
Corren a donde puedan derramar sangre; 16 detrás de ellos dejan ruinas y miserias. 17 No conocen el camino de la paz; 18 nunca se acuerdan de Dios para hacerle caso.
19 Pero sabemos que todo lo que dice la Escritura, lo dice para los mismos judíos que están sometidos a sus leyes. Que todos, pues, se callen y el mundo entero se reconozca culpable ante Dios. 20 Más todavía: ningún mortal estará en gracia de Dios si lo importante es cumplir la Ley. Otro es el fruto de la Ley: por ella conocemos el pecado.


Creer es el camino de la salvación

21 Pero ahora se nos hizo manifiesto eso mismo que anunciaban la Ley y los Profetas. Dios nos hace justos y santos sin valerse de la Ley. 22 Dios nos hace justos mediante la fe en Jesucristo, y eso vale para todos los que creen sin distinción de personas. 23 Pues todos pecaron y a todos les falta la Gloria de Dios, 24 y son rehabilitados por pura gracia y bondad, mediante el rescate que se dio en Cristo Jesús. 25 En su persona y con su sangre derramada, Dios quiso que tuviéramos un perdón del pecado mediante la fe.
Así nos enseña Dios cómo obra su justicia. 26
Porque, anteriormente, dejaba pecar sin intervenir: eran los tiempos de la paciencia de Dios. Pero, en este momento, Dios manifiesta su justicia: él es Justo y Santo, y hace justo y santo a todo el que cree en Cristo.
27 Y ahora, ¿dónde está nuestro orgullo? Se acabó. ¿Cómo? No por la Ley con sus observancias, sino por otra Ley que es la fe. 28 Pues nosotros, decimos que uno está en gracia de Dios por la fe, y no por el cumplimiento de la Ley. 29 De otra manera, Dios sería sólo el Dios de los judíos; pero ¿no lo es también de todos los hombres? 30 Claro que sí. Pues hay un solo Dios, que salvará por medio de la fe, tanto al judío circuncidado como a los no circuncidados. 31 ¿Negamos entonces el valor de la Ley por lo que decimos de la fe? De ninguna manera; más bien colocamos la Ley en su verdadero lugar.

4

Abraham, padre de los creyentes

4 1 Ahora, bien, ¿qué diremos de Abraham, nuestro Padre según la carne? ¿Qué es lo que ha encontrado? 2 Si Abraham llegó a ser santo mediante prácticas, puede sentirse orgulloso. Pero no lo puede ante Dios. 3 En efecto, ¿qué dice la Escritura?: “Abraham le creyó a Dios, quien se lo tomó en cuenta y lo constituyó santo.”
4 Ahora bien, cuando alguien hace una obra, no se le entrega su salario como un favor, sino como deuda. 5 Por el contrario, quien no tiene obras que mostrar, pero cree en el que hace santos a los pecadores, a ese tal se le toma en cuenta su fe y, como un favor, se le hace santo. 6 Es así como David felicita al hombre que llega a ser santo por favor de Dios, y no mediante obras:
7 "Felices aquellos a quienes Dios les perdona sus pecados, olvidando sus ofensas. 8 Feliz el hombre a quien Dios no le toma más en cuenta su pecado.”
9 Esta felicidad ¿está reservada a los circuncidados, o es también para los incircuncisos? Acabamos de decir que se tomó en cuenta la fe de Abraham para constituirlo santo. 10 Pero ¿cuándo pasó esto? ¿Cuando Abraham estaba circuncidado o antes de estarlo? No después, sino antes. 11 Justamente recibió el rito de la circuncisión como una señal de que, por su fe, Dios ya lo había constituido santo, cuando todavía no estaba circuncidado.
De manera que Abraham es el padre de todos los que han creído sin haber sido circuncidados, pues también Dios toma en cuenta la fe de ellos para constituirlos santos. 12
Y es el padre de los circuncisos que no se contentan con la marca de la circuncisión, sino que siguen además las huellas de nuestro padre Abraham, que creyó todavía no estaba circuncidado.
13 Y si Dios prometió a Abraham, o más bien a su descendiente, que el mundo le pertenecía, esto no fue porque cumplía la Ley, sino por su fe que lo hizo amigo de Dios. 14 Pero si, ahora, debemos cumplir la Ley para conseguir la promesa, ya no importa la fe. 15 ¿Y para quién será la promesa, si lo propio de la Ley es condenar? Porque la ley y el delito siempre van juntos.
16
Por eso la fe es el camino, porque la fe da lugar a la gracia de Dios, y es así como las promesas a Abraham se cumplen para toda su descendencia, no sólo para sus hijos según la Ley, sino también para aquellos que, por la fe, son hijos suyos. 17 Abraham es el padre de todos nosotros, según está escrito: Te hago padre de todos los pueblos. Es nuestro padre delante de Aquel que da vida a los muertos y llama a lo que aún no existe como si ya existiera, pues en ese Dios creyó él.
18 Abraham creyó y esperó contra toda esperanza, llegando a ser padre de muchas naciones, según le había sido dicho: ¡Mira cuántos serán tus descendientes! 19 No vaciló en su fe, a pesar de que su cuerpo ya no podía dar vida –tenía entonces unos cien años- y a pesar de que su esposa Sara no podía tener hijos. 20 No vaciló, sin embargo, ni desconfió de la promesa de Dios, antes bien cobró vigor en la fe y dio gloria a Dios, 21 plenamente convencido de que si El promete, tiene poder para cumplir.
22 Y Dios tomó en cuenta esa fe para hacerlo santo.
23 Se le tomó en cuenta. Estas palabras de la Escritura no valen solamente para él, 24 sino también para nosotros, pues creemos en Aquel que resucitó de entre los muertos a Jesús, Señor nuestro, 25 el cual fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra santificación.

5

Ahora estamos en paz con Dios

5 1 Por la fe, pues, conseguimos esta santidad, y estamos en paz con Dios, gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor. 2 Gracias a él alcanzamos este favor en el que permanecemos, y aun hacemos alarde esperar nuestra parte de la Gloria de Dios.
3 No sólo esto. Nos sentimos seguros hasta en las pruebas, sabiendo que de la prueba resulta la paciencia; 4 de la paciencia, el mérito, y el mérito es motivo de esperanza, 5 la cual no espera en vano, pues el amor de Dios ya fue derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos dio.
6 Fíjense, además, en qué tiempo murió Cristo por nosotros: cuando todavía éramos pecadores y debilitados por el pecado. 7 Son pocos los que aceptarían morir por una persona buena; aunque, tratándose de una persona buena, tal vez alguien hasta daría la vida. 8 Pero Dios dejó constancia del amor que nos tiene y, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. 9 Ahora que, por su sangre, fuimos santificados, con mucha mayor razón, por él , nos salvaremos de la condenación. 10 Y si fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, cuando éramos enemigos, con mucha mayor razón ahora, reconciliados, su vida nos salvará.
11 No sólo esto: nos sentimos seguros en Dios por Cristo Jesús, nuestro Señor, por medio del cual hemos obtenido la reconciliación.


Adán y Cristo

12 Ahora, bien por un solo hombre el pecado había entrado en el mundo, y por el pecado la muerte, y luego la muerte se propagó a toda la humanidad, ya que todos pecaron. 13 No había ley todavía, pero el pecado ya estaba en el mundo. Por no haber ley, no se podía hablar de desobediencia, 14 pero igual reinó la muerte sobre todos los hombres desde Adán hasta Moisés, a pesar de que su pecado no fuera desobediencia, como había sido el caso de Adán. Pero otro Adán, superior a éste, había de presentarse.
15
Pues bien, la gracia de Dios hizo más que reparar la caída del hombre. Es cierto que las muchedumbres mueren por la falta de uno solo; pero, ¡cuánto más desbordó sobre las muchedumbres la gracia de Dios y el regalo que él nos hizo en consideración a este único hombre que es Jesucristo! 16 La gracia de Dios hizo mucho más que compensar la primera falta. Pues la falta que trajo la condenación fue asunto de uno solo, mientras que la gracia de Dios trae el perdón a un mundo de pecadores. 17 Si reinó la muerte por la falta de uno solo, será otra cosa cuando reinen en la vida los que reciben sin medida la gracia y la santidad que Dios nos regala gracias a uno solo que es Cristo Jesús.
18
De todas maneras, así como uno solo pecó y acarreó la sentencia de muerte para todos los hombres, así también uno solo cumplió la condena y les procuró a todos un indulto que los hace vivir. 19 Y como por la desobediencia de un solo hombre todos los demás pasaron a ser pecadores, así también, por la obediencia de uno solo, una muchedumbre fue constituida justa y santa.
20
La misma Ley, que se introdujo después, sirvió para multiplicar los pecados; pero, donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. 21 Y del mismo reinado de muerte, la gracia a su vez reinará y, después de restablecernos en la amistad de Dios, nos llevará a la vida eterna gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor.

viernes, 12 de febrero de 2010

6

Por el bautismo hemos muerto con Cristo

6 1 ¿Qué conclusión sacaremos? ¿Qué vamos a seguir en el pecado para que la gracia se dé con mayor abundancia? Por supuesto que no. 2 Los que hemos muerto al pecado, ¿cómo seguiremos viviendo en él?
3 ¿Cómo podrían ignorar este punto? Los que fuimos sumergidos por el bautismo en Cristo Jesús, fuimos sumergidos con él para participar de su muerte. 4 Pues, por el bautismo, fuimos sepultados junto con Cristo para compartir su muerte, y, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la Gloria del Padre, también nosotros hemos de caminar en una vida nueva. 5 Hemos sido injertados en él y participamos de su muerte en forma simbólica; pero también participaremos de su resurrección.

6 Lo sabemos: con Cristo fue crucificado algo de nosotros que es el hombre viejo, para destruir lo que de nuestro cuerpo estaba esclavizado al pecado. 7 Pues morir es liberarse del pecado. 8 Y si hemos muerto con Cristo, creemos también que viviremos con él. 9 Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, no muere más y que la muerte, en adelante, nada podrá contra él. 10 La muerte ya no tiene dominio sobre él. La muerte de Cristo fue un morir al pecado, y un morir para siempre; su vida ahora es un vivir para Dios.
11 Así también ustedes considérense como muertos para el pecado y vivan para Dios en Cristo Jesús. 12 Que no venga el pecado a ejercer su dominio sobre vuestro cuerpo mortal; no se sometan a sus inclinaciones malas; 13 ni le entreguen sus miembros, que vendrían a ser como malas armas al servicio del pecado. Por el contrario, ofrézcanse ustedes mismos a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida, y que sus miembros sean como armas santas al servicio de Dios. 14 El pecado ya no los volverá a dominar, pues ustedes no están bajo la Ley, sino bajo la gracia.
15 Otra vez pregunto: ¿Vamos a pecar porque ya no estamos bajo la Ley, sino bajo la gracia? Claro que no. 16 ¿Cómo podrían ignorar esto? En cuanto ustedes se entregan a alguien para ser sus esclavos y cumplir sus órdenes, ustedes son sus esclavos y tienen que obedecerle. Si ese dueño es el pecado, irán a la muerte, pero si obedecen a la fe, llevarán una vida santa.
17 Así, pues, demos gracias a Dios, porque, después de haber tenido como dueño al pecado, ustedes han sido entregados a otro, es decir, a la doctrina de la fe, a la cual se han sometido de corazón. 18 Con eso, libres ya del pecado, se hicieron esclavos de la santidad.
19 Yo quisiera acomodar estas cosas a nuestra capacidad tan limitada. Hubo un tiempo en que entregaron sus miembros y los hicieron esclavos de la impureza y del desorden, progresando en el camino del pecado; pero ahora, háganlos servidores de la justicia y de la santidad, hasta llegar a ser santos.
20 Cuando ustedes eran los esclavos del pecado, no sentían ninguna obligación respecto al bien. 21 Pero, ¿cuáles fueron los frutos de esas cosas que ahora les dan vergüenza? El fin de todo eso es muerte. 22 Ahora, en cambio, ustedes han sido liberados del pecado y sirven a Dios. Ya están cosechando los frutos cuando crecen en santidad, y el final será la vida eterna. 23 Por una parte está el Pecado: él nos paga con la muerte; por otra, está Dios: él nos regala la vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor.

7

La religión judía no obliga a los cristianos

7 1 Ustedes, hermanos, saben de leyes. ¿Habrán olvidado que el hombre está sujeto a la Ley únicamente mientras vive? 2 La mujer casada, por ejemplo, está ligada por ley a su marido, mientras éste vive. Pero si el marido muere, ella queda libre de sus deberes de esposa. 3 Si, en vida de su marido, se une con otro hombre, será tenida por adúltera; pero, muerto el esposo, queda desligada y puede ser mujer de otro sin que sea un adulterio.
4 Lo mismo pasó con ustedes, hermanos, pues, en Cristo, también ustedes murieron respecto a la Ley; y pasaron a pertenecer a otro, que fue resucitado de entre los muertos a fin de que diéramos fruto para Dios. 5 Cuando nuestra existencia era “carne” no más, las pasiones desordenadas, estimuladas por la Ley, se servían de nuestro cuerpo para producir frutos de muerte. 6 Pero si, ahora, morimos a lo que nos tenía aprisionados, quedamos libres a su respeto, y servimos con un espíritu nuevo, pero no en beneficio de la antigua Ley.
7 Entonces, ¿debemos concluir que la Ley es pecado? De ninguna manera. Pero yo no habría conocido el pecado si no fuera por la Ley. Tampoco me habría fijado en la codicia si la Ley no me dijera: “No codiciarás”. 8 El Pecado aprovechó la oportunidad y se valió de ese mandamiento para producir en mí toda suerte de codicias; mientras que, sin ley, el Pecado era cosa muerta.
9 En un tiempo, yo vivía sin Ley; pero, cuando llegó el Mandamiento, le dio de nuevo vida al Pecado; 10 y a mí, en cambio, me produjo la muerte; y se vio que el Mandamiento, dado para la vida, me había traído la muerte. 11 El Pecado aprovechó la ocasión del Mandamiento para engañarme, y con el mismo Mandamiento, me dio muerte.
12 Así, pues, la Ley es santa, como es santo, justo y bueno el Mandamiento. 13 Pero, siendo cosa buena, ¿será ella la que me dio muerte? De ninguna manera. Fue el Pecado el que se sirvió de algo bueno para darme la muerte. Con el Mandamiento se pudo ver hasta qué punto el Pecado era realmente pecado.


Triste situación del que conoce la Ley y no a Cristo

14 Sabemos que la Ley es cosa espiritual, pero yo soy de carne y hueso, vendido como esclavo al pecado. 15 Y ni siquiera entiendo lo que me pasa, porque no hago el bien que quisiera, sino, por el contrario, el mal que detesto. 16 Ahora bien, si hago lo que no quisiera, reconozco que la Ley es buena, 17 pero, en este caso, no soy yo quien obra mal, sino el pecado que está dentro de mí. Bien sé que en mí, o sea, en mi carne, no habita el bien. 18 Puedo querer el bien, pero no realizarlo. 19 De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. 20 Por lo tanto, si hago lo que no quiero, no soy yo quien está haciendo el mal, sino el Pecado que está dentro de mí.
21 Descubro entonces esta realidad: queriendo hacer el bien, se me pone delante el mal que está en mí. 22 Cuando me fijo en la Ley de Dios, se alegra lo íntimo de mi ser, 23 pero veo en mis miembros otra ley que está en guerra con la ley de mi mente, y que me entrega como preso a la ley del pecado inscrita en mis miembros.
24 ¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará de mí mismo y de la muerte que llevo en mí? 25 ¡A Dios demos gracias, por Cristo Jesús, nuestro Señor!
En resumen: soy esclavo a la vez de la Ley de Dios, por mi mente, y de la ley del pecado, por la carne.

8

Recibimos el Espíritu

8 1 Ahora, pues, se acabó esta condenación para aquellos que están en Cristo Jesús. 2 La ley del Espíritu de vida te ha liberado en Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte. 3 Esto no lo podía la Ley, por cuanto la carne no le respondía. Dios entonces, para enfrentar el Pecado, envió a su propio Hijo y lo puso de alguna manera en esa condición carnal y pecadora; y en esa misma condenó el Pecado. 4 A raíz de eso, la perfección que proponía la Ley había de verificarse en los que no andamos por los caminos de la carne, sino por los del Espíritu.

El Espíritu nos conduce

5 Los que se guían por la carne, piensan y desean lo que es de la carne; los que son conducidos por el Espíritu van a lo espiritual. 6 La carne tiende a la muerte, mientras que el Espíritu se propone vida y paz. 7 No se conforma, y ni siquiera puede conformarse al querer de Dios. 8 Por eso, los que están bajo el dominio de la carne no pueden agradar a Dios.
9
Mas ustedes no son de la carne, sino del Espíritu, pues el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tuviera el Espíritu de Cristo, no sería de Cristo. 10 En cambio, si Cristo está en ustedes, aunque el cuerpo vaya a la muerte a consecuencia del pecado, el espíritu vive por estar en gracia de Dios. 11 Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos está en ustedes, el que resucitó a Jesús de entre los muertos dará también vida a sus cuerpos mortales; lo hará por medio de su Espíritu que ya habita en ustedes.
12
Entonces, hermanos, no nos debemos a la carne ni hemos de guiarnos por ella; 13 de guiarse por la carne, ustedes irían a la muerte. Si ustedes en cambio, acaban con las obras de la carne gracias al Espíritu, vivirán. 14 Pues todos aquellos a los que guía el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios.
15 Ustedes no recibieron un espíritu de esclavos para volver al temor, sino que recibieron un espíritu de hijos adoptivos, el que nos enseña este grito; ¡Abba!, o sea: ¡Papito! 16 El mismo Espíritu le asegura a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. 17
Y si somos hijos, somos también herederos. Nuestra será la herencia de Dios, y la compartiremos con Cristo; pues si ahora sufrimos con él, con él recibiremos la Gloria.

También el universo espera su redención

18 En verdad, me parece que lo que sufrimos en la vida presente no puede comparar con la Gloria que ha de manifestarse después en nosotros. 19 Y toda la creación espera ansiosamente que los hijos de Dios salgan a la luz. 20 Pues, si la creación se ve obligada a trabajar para la nada, no es porque ella hubiese deseado esa suerte, sino que le vino del que la sometió 21 Con todo, ella guarda la esperanza de ser liberada del destino de muerte que pesa sobre ella y de poder así compartir la libertad y la gloria de los hijos de Dios.
22
Sabemos que toda la creación sigue con sus gemidos y dolores de parto. 23 Lo mismo nosotros, aunque se nos dio el Espíritu como un anticipo de lo que hemos de recibir, gemimos interiormente, anhelando el día en que Dios nos adopte y libere nuestro cuerpo. 24 La salvación que se nos dio, la debemos esperar. Pero ver lo que se espera ya no es esperar: ¿cómo se podría esperar cosas que no vemos, significa tanto constancia como esperanza.
26
Además el Espíritu nos viene a socorrer en nuestra debilidad; porque no sabemos pedir de la manera que se debe. Pero el propio Espíritu intercede por nosotros con gemidos que no se pueden expresar. 27 Y Aquel que penetra los secretos más íntimos, conoce los anhelos del Espíritu cuando ruega por los santos según la manera de Dios.

Quién nos apartará de Dios

28 También sabemos que Dios dispone todas las cosas para bien de los que lo aman, a quienes él ha llamado según su propio designio. 29 A los que de antemano conoció, también los destinó a ser como su Hijo y semejantes a él, a fin de que sea él primogénito en medio de numerosos hermanos. 30 Por eso, a los que eligió de antemano, también los llama, y cuando los llama los hace justos, y después de hacerlos justos, les dará la Gloria.
31
¿Qué decir después de esto? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? 32 Dios, que no perdonó a su propio Hijo sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá con él todo lo demás? 33 ¿Quién acusará a los elegidos de Dios, si El fue quien los hizo justos? 34 ¿Quién los condenará? ¿Acaso será Cristo Jesús, el que murió, más aún el que resucitó y está a la derecha de Dios rogando por nosotros.?
35 ¿Quién no separará del amor de Cristo? ¿Las pruebas o la angustia, la persecución o el hambre, la falta de ropa, los peligros o la espada? 36 Como dice la Escritura: Por tu causa, nos arrastran continuamente a la muerte; nos tratan como ovejas destinadas a la matanza.
37 Pero no, en todo esto triunfaremos gracias al que nos amó. 38 Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes espirituales, ni el presente, ni el futuro, ni las fuerzas del universo, 39 sean de los cielos, sean de los abismos, ni criatura alguna, podrá apartarnos del amor de Dios, que encontramos en Cristo Jesús, nuestro Señor.